martes, 28 de julio de 2020

Sarepta: Lo Primero, Primero

Entonces Elías le dijo: —¡No tengas miedo! Sigue adelante y haz exactamente lo que acabas de decir, pero primero cocina un poco de pan para mí. Luego, con lo que te sobre, prepara la comida para ti y tu hijo. 1er Libro de los Reyes 17:13

Hay ciertos relatos de la Biblia que nos parecen tan lejanos, tal vez raros. Como que nos debatimos interiormente entre creerlos o no creerlos (perdón). ¿Será ciencia ficción o realidad? ¿Será verdadera esta historia? Y alguna otra pregunta debe andar dando vueltas, ¿verdad? Cuánto peligro corremos en aproximarnos a la Palabra con estos “anteojos”. Lo leemos, pero obviamente nos cuesta ser parte de esa historia, de ese relato; y de alguna manera está bien porque no es parte de nuestra experiencia o no nos pasó a nosotros. Y la verdad es que cuando no nos pasa a nosotros, no sentimos tanto lo del otro. Cuando disponemos “siempre” de los recursos necesarios para la vida, no logramos comprender qué significa no tenerlos. Cuando “siempre” tuvimos trabajo y un sueldo, no nos damos cuenta lo que significaría no tenerlos. Y así nos pasa en un sinfín de situaciones.

Hoy centraremos nuestra atención en los acontecimientos transcurridos en Sarepta, una ciudad Fenicia situada entre Sidón y Tiro. La historia bíblica nos muestra al profeta Elías dejando el “ya” seco arroyo de Querit y dirigiéndose, por orden divina, a esta ciudad.

Entonces Dios le dijo a Elías: «Ve a Sarepta, pueblo de la región de Sidón, y quédate a vivir ahí. Yo le he ordenado a una viuda que te alimente».

¿A una “viuda” para que lo alimente? La mayorí­a de las veces en que se utiliza este término “almanah” (heb.) en la Escritura, la referencia es a una mujer que, habiendo muerto su esposo, ha quedado en la indigencia. Se incluí­a también a mujeres que estuvieron una vez casadas, pero que ya no lo estaban y enfrentaban dificultades para su sostenimiento. Seguro habría más de una viuda, pero Dios fijó sus ojos solamente en una, en ella y su hijo, en la que estaba juntando leña a la entrada de la ciudad. No sabemos su nombre…, solo que la historia bíblica la llama “la viuda de Sarepta”.

Según mi opinión…, es evidente que hay una progresión en el cuidado de Dios sobre el profeta Elías; y esto es prototipo de SU cuidado sobre nosotros. La misma prueba, el mismo problema, pero con formas diferentes de “sostener” a su profeta en medio de la sequía. Un “arroyo” que luego se seca; “cuervos” que le traen pan y carne por la mañana y por la tarde también; y finalmente una “viuda”, tal vez lo más descuidado de la sociedad de aquel entonces. La verdad es que a la hora de pedir ayuda o necesitar algo; esperamos recibirla de aquellos que más tienen, de los que pueden brindarla. Es decir: de arriba hacia abajo. Si necesitamos dinero, le pedimos al que sabemos que lo tiene. Si necesitamos alimentos, recurrimos a aquellos que pueden ofrecerlo. Si necesitamos trabajo, iríamos a buscarlo donde sabemos que pueden emplearnos.

Nunca esperaríamos recibir ayuda/sostén de aquellos que “según nosotros” no la pueden dar.

Una cosa es lo que ocurre con Israel, con su economía y con los países de la región en medio de la sequía. Otra cosa, es lo que ocurre con Elías en medio de esa situación. Y algo muy distinto también, es lo que experimenta esta viuda que ha decidido usar su última ración de alimentos y luego dejarse morir. Pero hay dos cosas que esta viuda no sabe. Primero, que está frente al hombre “responsable” de haber profetizado este caos; y Segundo, que Dios pensó en ella para que se encargue de sustentar al profeta.

Lo cierto es que tenemos que “aprender a recibir”. La ayuda o el sostén no siempre vendrá de aquellas personas o instituciones que esperamos. Tenemos que reconocer que Dios dispone y prepara lo que EL designa para prueba.

Finalmente, el encuentro entre los dos tiene lugar. Elías le pide agua y pan. Curiosamente en medio de la sequía ella va a buscar agua para ofrecerle; pero “pan” …, no tiene más, en realidad no lo tiene preparado, no lo tiene cocido. Para esto hace falta harina y aceite y según ella lo que tiene es lo último que le queda, es lo del “fondo del tarro”, es solo un puñado. Después de esto, a esperar la lenta llegada de la muerte por inanición junto con su hijo. Si el profeta quiere pan, deberá esperar que lo preparen. Elías accede, y es en ese momento cuando le comparte a esta mujer viuda un “fulminante” mensaje de parte de Dios.

Entonces Elías le dijo: —¡No tengas miedo! Sigue adelante y haz exactamente lo que acabas de decir, pero primero cocina un poco de pan para mí. Luego, con lo que te sobre, prepara la comida para ti y tu hijo. Pues el Señor, Dios de Israel dice: “Siempre habrá harina y aceite de oliva en tus recipientes, ¡hasta que el Señor mande lluvia y vuelvan a crecer los cultivos!”.

Según mi opinión…, parece ser que estas palabras le bastan a ella. Después de todo es un profeta, y aunque aparentemente el dios de la viuda es otro, decide hacer las cosas conforme a la palabra de Elías. Los resultados están a la vista en el relato: “… y ella, su familia y Elías comieron durante muchos días. Siempre había suficiente harina y aceite de oliva en los recipientes, tal como el Señor lo había prometido por medio de Elías.”

Estoy convencido que no siempre, “un puñado” es poco. Puede que un puñado de harina lo sea, pero un puñado de oro es una riqueza tremenda. Definitivamente “los puñados” en las manos de Dios hacen maravillas. Pero solo en las manos de Dios, porque en las nuestras siempre será poco.

Hay veces que solemos usar esta expresión: “Lo primero, primero”. Pero esto va de acuerdo a cada uno. Para algunos lo primero es la familia, para otros el trabajo, para otros la casa, para otros Dios. O sea que “lo primero, primero” es relativo a las decisiones de cada uno. Por lo menos en nuestro relato, lo primero tiene que ver con la obediencia a las indicaciones de Dios. Darle primero a Dios, no significa que vas a quedarte sin nada -precisamente de esto se trata la fe-, pero lamentablemente muchas veces lo hemos pensado así. Es evidente que eso “primero” siempre produce lo necesario para el resto. Elías le pide a la viuda que primero le haga a él, pero esto no significaba que no quedaría nada para esa viuda y para su hijo. Hay veces en las que no compartimos, no damos, no nos desprendemos de algo, porque tenemos miedo a quedarnos sin nada.

Harina y aceite por separado son solamente ingredientes. Pero puestos en marcha y unidos se transforman en sustento divino.

Por otro lado, nos encontramos con una mujer a quien la vida parece no haber tratado muy bien. Un matrimonio interrumpido por la muerte, madre y padre a la fuerza, un hogar destrozado. Definitivamente es una mujer que experimenta la soledad de una sociedad que mira para otro lado.

(abro un paréntesis…  Es que también Elías está cansado y va cargando sobre sí las inclemencias y demandas de un ministerio “agotador”. Unos capítulos más adelante lo veremos sumido en un extraño estado depresivo. El cronista nos dice que tuvo miedo, que huye para salvarse, que ansía morirse, que le pide a Dios que le quite la vida, que lo están buscando para matarlo. ¿Cómo puede ser que en medio de tanto “éxito ministerial” se sienta así? Profetiza y hay sequía, profetiza y hay recursos, profetiza y un niño vuelve a la vida, profetiza y Dios consume el holocausto, profetiza y más de 400 profetas de baal son degollados, profetiza y llega la lluvia. Lo que pasa es que mantenerse en la cresta de la ola cuesta mucho; y más cuando creemos que “editar” nuestra imagen es lo que corresponde hacer. Pero tal vez, nos cueste el ministerio.  …cierro el paréntesis)

Según mi opinión…, hay veces que nos parece no tener jamás un tiempo de bonanza, salimos de una y entramos en otra. La enfermedad de este hijo no significaba descuido de Dios, y hasta aún la muerte de este niño ya está resuelta de antemano. Y ahí está el profeta nuevamente, obedeciendo. Estoy convencido que habrá veces en las que seguramente Dios nos llevará a intervenir en situaciones extremas, finales, terminales o fatales para volver a comunicar esa “vida nueva” que viene de Dios en medio de la enfermedad de otros.

Pero... ¿Qué tiene que ver todo esto con la vida de la iglesia? ¿Habrá que hacer algunos ajustes?

La iglesia de Cristo tiene algo más que un mensaje asistencial en tiempos de necesidad. Dios siempre ha tenido cuidado de su “esposa” a través de los siglos. Ha procurado que ella avance y cumpla la tarea que se le encomendó desde el principio; pero también la ha cuidado en esos oscuros momentos de estancamiento histórico. La historia de la iglesia es muy rica en experiencias de todo tipo. Algunas de ellas, la han debilitado en ocasiones y otras la han fortalecido. Tenemos que preguntamos, ¿Qué dice la experiencia de la viuda de Sarepta con Elías a la iglesia de hoy?

Primero. Dios seguirá mostrando su “creatividad” en la metodología de sostén para con su pueblo. Maná, codornices, agua, pan, cuervos asistentes, aceite que no se acaba, mares que se abren, ríos que dejan de correr, etc. Desde nuestra mirada son “milagros” -hechos que rompen con las leyes de la naturaleza-. Pero desde la mirada de Dios es simplemente sostén de nuestra vida, provisión para nuestras necesidades. Dios no ha sostenido a su iglesia con milagros, la ha sostenido con “provisiones”, con Palabra, con alimento sólido. La vida del creyente, la del hijo de Dios, no se alimenta de milagros (esos son señales del obrar de Dios); sino de TODA PALABRA que sale de la boca de Dios (Mateo 4:4).

Segundo. La iglesia debe aprender definitivamente que “un puñado” nunca es poco en las manos de Dios. Siguiendo el mismo criterio en la alimentación de una multitud de 5000 personas, 5 panes y 2 peces es lo mínimo indispensable que la iglesia siempre tendrá a disposición. Y no es poco…, en las manos de Dios es riqueza. Creo que tal vez, la iglesia debe aprender a administrar los “puñados” que Dios ha puesto en sus manos. Debemos preguntarnos ¿qué significa darle lo primero a Dios? ¿y lo segundo? ¿y lo tercero? La iglesia debe aceptar que nada de lo que tiene es suyo.  Ni sus templos, ni sus terrenos, ni sus dones… TODO es de Dios y es necesario volver a recordarlo. Las iglesias no son de los pastores, ni de los ministerios. Las iglesias “son el Cuerpo de Cristo”.

Tercero. La iglesia siempre navegará en "aguas turbulentas". Está diseñada para eso. Aún los tiempos de bonanza, son tiempos de preparación; aun cuando gana almas para Cristo, lo hace en medio de una dura batalla, tremenda y cansadora. Así como el profeta se presenta delante de Acab con temor, como cuando profetiza uno de los momentos más tristes del pueblo, como cuando se refugia en el arroyo, como cuando entra a Sarepta, como cuando profetiza que la lluvia está por llegar… Del mismo modo la iglesia de Cristo navega en este mundo turbulento.

Termino según mi opinión…, reconociendo la iglesia de Cristo jamás tendrá otra función, otra tarea, sino la del anuncio del Reino de Dios y su justicia (Marcos 1:15). Y en este anuncio está incluido TODO. La iglesia no se anuncia a sí misma, no se promociona a sí misma; solo anuncia el Reino de Dios y todos los que se arrepienten y creen en esas “buenas noticias” tienen lugar en el Cuerpo de Cristo.


Dios te bendiga y buena jornada!

Roberto Raúl Góngora
Pastor - Licenciado en Teología