martes, 30 de junio de 2020

Las Aulas de Dios

Haciendo un esfuerzo muy grande, seguro podríamos recordar a nuestros maestros y a nuestros profesores que nos enseñaron y guiaron por el doloroso camino del “aprendizaje.” Algunos de ellos eran realmente buenos, algunos brillantes y otros tal vez no tanto; eran distintos, pero nunca malos.

En mi caso puedo recordar a mis compañeros de banco, a “Don Beto” el kiosquero, a “Catalina” la magnífica portera. El día en el que por primera vez me pidieron izar la bandera -un sueño hecho realidad, jaja-. Puedo acordarme de las directoras, esos personajes implacables que salían de sus oficinas solo si las “papas quemaban”. Del mismo modo podríamos acordarnos de los edificios. Algunos viejos, otros nuevos, otros en “eterna reparación”. Podríamos acordamos de los patios… esas enormes “hectáreas” donde disfrutábamos el tiempo de recreo. Y cuando ya fuimos grandes, resultaron ser sencillamente “patios” de juego y de esperadas oportunidades de renovar el aire ya viciado de las aulas. Aulas…

Esta es nuestra palabra para hoy… “Aulas”

Las aulas eran (y son) esos lugares en donde pasábamos las mejores y también las peores horas de nuestra vida. Teníamos días de gloria y días de llanto. A veces esas aulas parecían ser como lugares de padecimiento, pero también de crecimiento. Durante todo un año ese era el lugar en donde éramos forjados por nuestros maestros, pura fragua, yunque y martillo. Y cerca de fin de año mirábamos de reojo aquella otra aula anhelando estar en ella porque era más grande o tenía mejor vista.

Definitivamente el año era duro, pero sin lugar a dudas, avanzábamos. Pensábamos que no llegábamos, que nos quedábamos en el camino, pero al final veíamos la recompensa. Con luchas, esfuerzo y dedicación, pero avanzábamos. La Escuela de Dios es una sola y también tiene aulas.


GILGAL, un campamento

Luego el Señor le dijo a Josué: «Hoy he hecho que la vergüenza de su esclavitud en Egipto salga rodando como una piedra». Por eso, ese lugar se llama Gilgal hasta el día de hoy. Josué 5:9,10

Por lo general, los campamentos en el desierto fueron para Israel esos lugares en donde finalizaba una etapa y se preparaban para comenzar otra nueva. Era lugar de instrucciones y de nuevas estrategias. Este campamento en Gilgal tiene características diferentes. Es la base de operaciones para la toma y conquista de la tierra prometida. Aquí está acampada una generación de soldados nuevos y con ganas de protagonismo. Es el campamento de la esperanza “nueva”.

Creo que Gilgal es como un “aula magna” para todos aquellos que van a ingresar a un tiempo nuevo de conquista y de puesta en marcha de la fe. Gilgal es “comenzar de nuevo”. Los vv 8 y 9 muestran dos elementos básicos de este campamento: Sanidad y Restauración.

Gilgal fue ese lugar en donde este nuevo pueblo necesitaba sanarse de su pasado. Así como Nahamán necesitó un Jordán, Moisés una zarza ardiente, David un Natán, Saulo un camino a Damasco, nosotros también necesitamos un “Gilgal” para sanarnos y restaurarnos de nuestros males y aquellas enfermedades que nos han impedido avanzar en esta carrera.


QUERIT, un arroyo

... dirígete al oriente y escóndete junto al arroyo de Querit, que está al frente del Jordán. Y sucederá que beberás del arroyo, y yo he mandado a los cuervos que te sustenten allí.  1° Reyes 17:3,4

Estar a orillas de los arroyos y de los ríos es agradable. Son esos momentos en donde se disfruta de la naturaleza a pleno y aprovechamos para relajarnos. Pero para Elías fue todo lo contrario. Fue el lugar en donde experimentó que “los profetas” también tienen que aprender, también sufren, no lo saben todo, no tienen manejo de las situaciones, sino que Dios hace con ellos como quiere. Los levanta, los baja, los corre, los esconde.

Querit fue un lugar de sustento para el profeta, atendido directamente por los cuervos. ¿Qué curioso verdad? Aves asociadas siempre a la carroña, a lo impuro… En fin, Dios hace como quiere.

Los arroyos de Querit son aquellos lugares en donde Dios nos pide hacer un “retiro”. No solo un retiro espiritual sino un retiro de nuestras tareas. Es interesante notar que Elías sufrió la misma sequía que profetizó, pero llegó el momento en donde Dios respondió de manera inesperada. ¡Dios es más que creativo! Es soberano sobre los métodos. En las aulas de Dios “todos” somos alumnos.

Según mi opinión…, a partir de la lectura de la Palabra de Dios, encontraremos otras “aulas” de la Escuela de Dios. Hoy nos quedamos con estas dos: un campamento y un arroyo. Gilgal representa para nosotros sanidad y restauración de nuestro pasado, de nuestras enfermedades. Querit representa esos lugares de retiro especial en donde el Señor ha decidido sustentarnos de una manera especial e incomprensible. No lo podemos evitar, en la Escuela de Dios, Gilgal y Querit son dos aulas por las que tenemos que pasar inevitablemente en nuestro camino de crecimiento espiritual.

A Elías le tocó ser profeta durante el reinado de Ahab, Rey de Israel por 22 años. Cometió más pecados que todos los reyes anteriores, se casó con mujeres de otros pueblos paganos y terminó adorando a Baal. En medio de este panorama, Dios levanta a Elías con un mensaje muy claro para Ahab: “Tan cierto como que el Señor vive, el Dios de Israel —a quien sirvo—, no habrá rocío ni lluvia durante los próximos años, ¡hasta que yo dé la orden!”

Es interesante notar que el pasaje no nos indica cuáles fueron las consecuencias que el pueblo sufrió como resultado de esta sequía -aunque no sería muy difícil imaginarlas-, pero sí nos habla de las enseñanzas del profeta Elías.

Después el Señor le dijo a Elías: «Vete al oriente y escóndete junto al arroyo de Querit, cerca de su desembocadura en el río Jordán. Bebe del arroyo y come lo que te den los cuervos, porque yo les he ordenado que te lleven comida». […] Sin embargo, poco después, el arroyo se secó porque no había llovido en ninguna parte del reino. 1 Reyes 17:2-7

Siempre que nos toca pasar por pruebas difíciles, la mayor pregunta que nos hacemos es: ¿Cómo vamos a sostenernos en medio de ellas? La falta de trabajo, una deuda grande, una intervención inesperada, etc.

Hay momentos en los que Dios exige de nuestra vida un acto de fe concreto. Elías también iba a sufrir las consecuencias de este fenómeno.

Según mi opinión…, no estamos lejos de esta realidad. Nuestro país/sociedad sufre dos grandes y terribles sequías en su vida. Por un lado, la sequía Espiritual; se ven vidas secas, huesos secos, corazones secos, espíritus secos (como los de Ezequiel 37). El creyente que entró a esta “cuarentena pandémica” flojito de Biblia y cimiento espiritual está haciendo agua, no puede interpretar lo que sucede, todo lo que hace es repetir frases que recoge por allí y pasa el tiempo de “virtualidad en virtualidad” cultica esperando que algún predicador, pastor, profeta, interprete o le indique lo que tiene que hacer o lo que está pasando. No quiero menospreciar, solo es descriptivo, pero me da mucha tristeza. Y por el otro lado, la sequía Terrenal; se ve la sequedad de un país que produce solamente para algunos, ríos secos, animales muertos. Lo que antes tenía vida y producía sustento, ahora ya no da nada. Un hermoso país que sigue sufriendo y padeciendo la falta de decisiones que beneficien/bendigan a todos por igual. Y sigo preguntándome por nuestra responsabilidad en todo esto. ¿Será que habremos dejado de ser sal de la tierra y luz del mundo? Tal vez ya no salamos ni alumbramos como antes.

Pastores, siervos, misioneros… estoy convencido que, al regreso de toda esta “sequía” nos espera una tremenda tarea pastoral de enseñanza y discipulado fuerte. Necesitamos replantearnos este aspecto.

Cuando nuestras vidas entran en un tiempo de sequía espiritual y dejamos de buscar a Dios como antes desviando nuestra mirada hacia otras cosas, todo lo que tenemos ya no nos satisface.

El campamento de Gilgal y el arroyo de Querit representan aquellas aulas en donde somos enseñados por Dios.

Termino “según mi opinión,” reconociendo que Dios ya ha provisto para nosotros SOSTÉN. La presencia de los cuervos y de los buitres indican que hay algo muerto o a punto de serlo. Es que son aves de carroña. Paradójicamente, tal como lo hizo con Elías, Dios les ha ordenado que te alimenten, que te sustenten.

¡Dios te bendiga y buena jornada!


Roberto R. Góngora
Pastor - Licenciado en Teología


viernes, 12 de junio de 2020

Un Desayuno Fatal...

Poco tiempo después, Jesús se apareció a los discípulos a la orilla del lago de Tiberias. Esto fue lo que sucedió: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás el Gemelo, Natanael, que era del pueblo de Caná de Galilea, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, y otros dos discípulos de Jesús. Pedro les dijo: —Voy a pescar. —Nosotros vamos contigo —dijeron ellos. Todos subieron a una barca y se fueron a pescar. Pero esa noche no pudieron pescar nada.  Juan 21: 1-3 (TLS)

 

A menos que nos animemos a otra cosa, la verdad es que siempre hacemos lo que sabemos hacer. Nos cuesta salirnos de lo de siempre porque nos hemos ajustado, amoldado a nosotros mismos. No solo el trabajo es rutinario, por decirlo de alguna manera, sino también la vida de todos los días. Hay momentos en los que nos encasillamos en lo mismo de siempre y nos cuesta salir de allí. ¡Mucho más en estos tiempos!

 La rutina no es mala en sí misma. Nos ordena, nos obliga, nos sujeta a ciertos patrones que debemos seguir. ¿La pregunta es si nos animamos a salir de ella para producir otra cosa? ¿Nos conviene dar un paso para romper la inercia? Por qué cambiar, si siempre lo hicimos así. Este pasaje nos relata la “pintoresca experiencia” de este grupo de discípulos que lo único que pueden decir es: “no pescamos nada en toda la noche.”


¿Por qué no obtenemos resultados si ponemos en marcha todo el andamiaje de siempre, todo lo necesario y hacemos lo que hay que hacer? ¡Es una gran pregunta! ¿Te pasó alguna vez esto?

“Según mi opinión…,” Jesús se presenta, pero es uno más del “montón”. Nadie se da cuenta que es ÉL. Es como cualquier otro curioso que se acerca para ver si se puede conseguir algo (como sucede en el puerto al regreso de los pescadores). Evidentemente el “mal humor” que reina, se hace sentir y se expresa con claridad. Pero Jesús hace la pregunta del millón, la pregunta que descoloca, que te saca de las casillas; es la pregunta que colma el vaso.

Amigos (hijitos)…, ¿tienen algo de comer? Si damos vuelta la pregunta, sería: ¿pescaron algo? La respuesta es corta, simple, definitoria: NO. Tan contundente como cuando respondemos “mal” sin mirar a nuestro interlocutor. ¡Es raro! Jesús está haciendo una pregunta a personas que conoce; pero ellos parecen responder a un desconocido. No hay caso, por más que los llama “hijitos”, no se dan cuenta de quién es el que está de pie en la orilla.

Pero ese “desconocido” les propone hacer un intento diferente:  —Echen la red por el lado derecho de la barca, y pescarán algo (v.6). Ahora, pregunto en voz alta: ¿Cuál es la diferencia en tirar la red hacia la derecha o hacia la izquierda? ¿Será que toda la noche estuvieron tirando por el lado equivocado? ¡Ellos eran los que conocían el oficio! ¿Acaso no sería un atrevimiento decirles a estos profesionales de la pesca lo que tienen que hacer?


A veces somos así… Que nadie se atreva a decirnos nada, los que saben de esto somos nosotros. Somos los profesionales de la vida y ¡la tenemos clara!

“Ellos lo hicieron…” El relato nos cuenta que los discípulos no conocieron a Jesús, no se dieron cuenta que era él. ¿Por qué le hicieron caso a una persona que no conocían? ¿Por qué siguieron el consejo de un neófito? Tal vez la frustración de no haber pescado nada, o como último recurso, o por la ley del menor esfuerzo, etc.

“…y no podían sacar la red por la gran cantidad de peces que contenía.” Vemos que la obediencia trae recompensa, trae bendición. Lo que está claro aquí, por lo menos para mí, es que este es el milagro de la obediencia. Cuando obedecemos al Señor comenzamos a recibir las añadiduras prometidas. Está claro que para Jesús esto no es sorpresa, pero los milagros rompen las leyes de la naturaleza: un mar abierto, un rio detenido, una lepra curada, un muerto resucitado, un ciego que ve, un paralítico que camina, una tormenta que se calma, etc.

“Según mi opinión…,” creo firmemente que Jesús necesita “intervenir” definitivamente la naturaleza profesional de sus discípulos y no creerse los “sabelotodos” del momento. Nuestra naturaleza nunca dejará de ser pecaminosa. Podrá ser natural que obremos así, pero Jesús también necesita intervenir nuestra vida para que cuando digamos “cambié, soy otro” sea realmente en serio. Nuestra sabiduría espiritual profesional nos arruina, nos aleja del proyecto divino y nos deja con las redes vacías.


¿Por qué esperar un resultado distinto, diferente si hacemos siempre lo mismo? ¿Tiene sentido esto?

Entonces el discípulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”. ¡Por fin! Alguien tenía que darse cuenta. Algunos creen directamente, sin intermediarios, y otros creen por las afirmaciones o la palabra de otros. Juan grita: “Es el Señor”. Pero el que se apresura a ir a su encuentro es Pedro, sin darse cuenta que ese encuentro sería totalmente transformador, determinante, traumático en la vida de este hombre. Ahora, ya nadie tenía dudas… “Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: «¿Quién eres?». Todos sabían que era el Señor.”

 

Jesús y Pedro, frente a frente

Los versículos que siguen nos entregan un encuentro aparte. Después de aquel desayuno, Jesús se acerca a Pedro y le dice que necesita hablar algunas cosas a solas. El diálogo será “espiritualmente asfixiante” y Pedro no tendrá escapatoria. Alguno de nosotros prestaría atención a las 3 veces que Jesús le pregunta a Pedro si lo ama. Y si le hubiese preguntado una sola vez o seis veces, ¿no sería lo mismo?

“Según mi opinión…,” lo que debemos tener en claro es que, en este encuentro personal de Jesús con Pedro, lo meduloso no está en la cantidad de veces que le pregunta lo mismo, sino en la profundidad de la pregunta: “¿Me amás?” Esta también es una pregunta determinante para hoy, para nosotros. Del mismo modo lo fue para Pedro y para todos aquellos que decidieron seguir a Jesús.

Quiero preguntarte lo siguiente: ¿Amás al Señor? Es tan fácil decir que sí, obvio, claro, por supuesto, te re amo, sin vos no soy nada, sos todo para mí. Pero necesitamos pensarlo bien antes de responder y mirarnos al espejo primero. Si fuese necesario, necesitamos retirarnos a algún Aposento Alto antes de responder. Nada es obvio en las cosas del Señor. Pedro responde, “Señor tú sabes…, Señor vos sabés todo…, No te puedo ocultar nada…” Pero Jesús no espera nuestras obviedades; quiere una respuesta, o No.

El final de este encuentro (v.19) expresa la invitación del Señor a Pedro a “SEGUIRLE” en una aventura que le costará la vida en todo sentido. Seguir a alguien no siempre es sencillo. Algunos caminan más rápido que otros; otros manejan más rápido y es difícil ir detrás de ellos; otros se apuran para llegar antes, en fin… no es fácil seguir a otros. Sin embargo, ¡Jesús nos invita a seguirle!


No se puede ser lo que Dios anhela de nosotros, a menos que muramos ante Él y le sigamos.

La propuesta de Jesús a Pedro es diferente. Tiene que ver con dejar de ser lo que fue hasta ahora para comenzar a ser alguien completamente distinto, alguien diferente, un protagonista. Entre nosotros diríamos que a Pedro “se le vino la noche”: Apacienta, Pastorea, Sígueme. Esto marca nuestra vida definitivamente porque se trata de una actitud de vida, de algo diario. Para ser protagonista hay que actuar, involucrarse, ser parte de los hechos, tomar decisiones concretas para un cambio. De una vez por todas, hay que decir BASTA.

Termino “según mi opinión”, viendo cómo Jesús le pide a Pedro que se involucre en SU proyecto pastoral. Le pide que cambie, que inicie definitivamente ese camino transformador hacia la llegada del Espíritu Santo. De la misma manera nos invitó a nosotros a SU proyecto pastoral, no al nuestro. Repito: es SU proyecto, son SUS ovejas y SUS corderos.

Te pregunto: ¿Amás a Dios? Pensalo bien... No te apresures a contestar.

 

¡Dios te bendiga y buena jornada!

 

Roberto R. Góngora
Pastor – Licenciado en Teología