viernes, 28 de agosto de 2020

Una ardua y trabajosa tarea

 No todo el que me llama: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino del cielo. Solo entrarán aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. […] Todo el que escucha mi enseñanza y la sigue es sabio, […] Sin embargo, el que oye mi enseñanza y no la obedece es un necio,... Mateo 7:21-27 (NTV)

Deberíamos preguntarnos si hay posibilidades de edificar sin cimiento. A menos que Ud. haya decidido armar una carpa para pasar unos días de camping; cualquier tipo de construcción necesita un cimiento, alguna base dónde apoyarse.

Aquí vemos un gran final al sermón de Jesús en el monte. Con seguridad, aquel auditorio era grande (había ido mucha gente al culto ese día), y Jesús no está dispuesto a terminar así nomás. No tiene ninguna intención de decir: ¡Que Dios les bendiga, nos vemos el próximo domingo! Tiene claro que necesita terminar con un desafío personal “bien arriba”.

Según mi opinión…, Jesús tampoco tiene intención de dejar conforme a la gente que lo está escuchando…, no es de los que deja tranquilo al auditorio para que no se ofendan. Sabe que no está vendiendo un producto, no le interesa para nada que algunos crean que esto es lo más parecido a la sociedad de un club. Jesús está en otra dimensión, en otro carril, en otra propuesta, otra escuela, tiene otra intención, otro mensaje. Y la verdad es que este tipo de mensaje “duro” no conviene, ahuyenta a la gente. Pero a Jesús no le interesa. Sin embargo, más adelante, sí se le irá la gente… Así que Jesús termina su sermón presentando dos grandes verdades para poder crecer y desarrollarse en el Reino de Dios.

La PRIMERA VERDAD tiene que ver con el liderazgo, con los que “hacen”

No se trata de lo que uno dice que hizo (o hace) para el Señor, sino de lo que Dios dice que hiciste y cómo lo hiciste. “¡Señor, Señor! Profetizamos en tu nombre, expulsamos demonios en tu nombre e hicimos muchos milagros en tu nombre” (v.22)

Para ser claros y honestos, hay veces en que algunos buscan el reconocimiento de la gente a través de lo que hacen -como los fariseos “ayunadores” del tiempo de Jesús-. Una especie de nivel de carteles, de marquesinas, de luces, de plataformas, de fotos. Si eso es lo que se busca, seguramente se consigue.

Algo muy diferente es lo que Dios dice acerca de todo eso. Parece muy fuerte, pero el texto nos dice que “en aquel día” (juicio final), Dios reaccionará de manera muy clara frente a los hechos de algunos, con dos expresiones. Por un lado, dirá “nunca los conocí”; y por el otro, “córranse, apártense obradores de maldad”. Es interesante prestar atención a los argumentos que se esgrimen ante la posibilidad de recibir de parte de Dios semejante declaración. Lo curioso de la parábola es que esto lo plantea para “el final”, para “aquel día”. Así que, forzando un poco el pasaje (pido perdón a mis profesores de hermenéutica), podríamos preguntarnos qué hacemos en el mientras tanto. Respuesta: “Dejen que crezcan juntos (trigo y cizaña), y cuando llegue el tiempo de la cosecha daremos instrucciones a los segadores para que arranquen primero la cizaña y la quemen; y después, que pongan el trigo en el granero” – Mateo 13:30 (NBV)

Parecería ser que, ante la posibilidad concreta de escuchar este diagnóstico de parte del Señor, tengamos la tendencia a mostrar nuestras credenciales, a sacar chapa, a identificarnos, a esgrimir nuestras tarjetas de contactos, etc. En la calle, en el lenguaje cotidiano, se dice: “esquivar el bulto, no hacerse cargo”.

Está más que claro que el Señor siente un gran rechazo por este tipo de actitudes. Hasta podríamos decir, abusando un poco, que ¡no es de hombre hacer esto!

Según mi opinión…, creo que el Señor está hablando fuertemente al liderazgo, a los pastores, a los maestros, a los predicadores de este y de los tiempos que vendrán, sobre el peligro de tomar el Reino de Dios y a sus pequeñitos como un gran terreno baldío en el que podemos plantar todo tipo de “propuestas y menús” personales. En la misma línea, el Apóstol Pablo dice en Efesios 2:10 que “somos creación de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios de antemano ya había planeado”. O sea que fuimos creados en Cristo para hacer, cumplir, concretar la obra de Dios. Es más, dice Pablo que como consecuencia lógica “andamos en ellas”.

Así que, de este modo, la primera gran verdad que plantea Jesús en esta parábola tiene que ver con esa tendencia natural, pecaminosa, del viejo hombre, del yo no doblegado, de cimentar el crecimiento en nuestras “propias obras, ministerios, éxitos” y no en el caminar las buenas obras preparadas de antemano por Dios para nosotros.

La SEGUNDA VERDAD tiene que ver con el alumno, con los que aprenden, los que reciben, los que se someten a la enseñanza de otros

La expresión de Jesús en la parábola es: "Todo el que escucha mi enseñanza y la sigue es sabio, […] Sin embargo, el que oye mi enseñanza y no la obedece es un necio" (Vv.24, 26)

En el Reino de Dios no nos recibimos nunca, siempre seremos alumnos. Dicho de otra manera, y aunque suene muy duro al oído, tenemos que decir con claridad que ser cristiano, ser un hijo de Dios, es “una ardua y trabajosa tarea”. Tal vez no convenga expresarlo de esta forma, pero Jesús no estaba en esos menesteres de licuar el mensaje para conservar el auditorio. Siempre habló con claridad y se adelantó a decir que muchos lo abandonarían, que dejarían el “camino del discípulo” y se volverían atrás. Y cuando esto pasó, no los fue a buscar pidiéndoles perdón por lo que había dicho.

Al Apóstol Pablo le pasó lo mismo: “Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. […] Alejandro el calderero me ha causado muchos males (…) en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras. […] En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon (…)”. El Apóstol Juan batalla con los mismos inconvenientes: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe.”

Entonces, ¿Por qué decimos que ser creyente, ser un hijo de Dios, es una “ardua y trabajosa tarea”? Veámoslo de esta manera. Cuando los hijos se dan cuenta que aprendieron a caminar (que pueden hacerlo solos), y que pueden examinar el mundo por su propia cuenta ya no quieren estar más sobre la falda de sus padres, comienzan a retorcerse para soltarse, bajarse y lograr lo que desean. Quieren independencia. Así que, diría que lo que más cuesta en la relación padre-hijo es la obediencia. En buen criollo sería, “¡hagan caso!”. Y en buena parte del tiempo de crianza esta es la frase más dicha (de un lado) y más escuchada (del otro).

Según mi opinión…, ser un hijo de Dios es una “ardua y trabajosa tarea”. Una cosa es ser salvo y quedarse cómodo toda la vida solamente con la salvación, sin cambios, sin frutos, sin crecimiento. Pero otra cosa muy diferente es experimentar un crecimiento exponencial, sistemático y consistente en Cristo con cambios notables.

La pregunta de siempre es: ¿Qué queremos ser? ¿Qué es lo que queremos hacer? ¿Qué desafío asumiremos? ¿Hasta dónde queremos llegar?

La parábola dice que ambos constructores escucharon el cómo hacerlo, cómo construir, cómo edificar, cómo aprender. La Palabra de vida se les comunicó a los dos, los materiales estuvieron dispuestos para los dos. Pero solamente uno aceptó esa “ardua y trabajosa tarea”, el camino difícil. Solamente uno decidió invertir en tiempo, en materiales y pagar un costo. Solamente uno decidió ajustarse por algún tiempo y renunciar a algunos gustos para poder tener su casa. El otro optó por el camino fácil, rápido, sin mucha inversión. Finalmente, la destrucción llegó a su puerta.

Solemos asociar las lluvias, los vientos, las inundaciones (en este pasaje) a los problemas y pruebas que llegan a nuestra vida en ciertos momentos. Está claro que el propósito de esas pruebas no es ver hasta dónde resistimos físicamente sino, “probar -chekear- nuestra fe” en medio de ellas. Pero lo cierto es que hay momentos en los que aún la misma Palabra de Dios llega como un huracán que envuelve nuestra vida, como una tormenta sobre nuestra familia, como un viento arrasador sobre nuestro trabajo, como un fuego consumidor que ataca nuestro corazón.

Para todos aquellos que construyeron sobre la Roca, sobre Cristo, será alimento para el alma, como agua para su sed. Y pedirán más, ¡querrán más de Él! Pero para todos aquellos que optaron por construir con un evangelio económico, aún la Palabra de Dios expuesta en forma pura será un vendaval que arrasará con lo poco o mucho que pudo construir/edificar según su criterio. Es triste, es muy lamentable encontrarnos con ese tipo de situaciones, de personas que han decidido construir con material barato, material no confiable.

Jesús termina su sermón allí en el monte con la “Parábola de los dos Cimientos” y este claro desafío de construcción. Fue una reunión larga, un mensaje largo, pero nadie se movió.

Termino según mi opinión, pensando que luego de haber escuchado aquel mensaje en el monte, hay dos formas de retirarse de aquella reunión. Dos expresiones simples que son las mismas que seguimos escuchando hoy en día:

  • ¡Qué hermoso mensaje! El predicador/pastor habló “muy lindo” …, deberían invitarlo más seguido.
  • Dios me habló. Tocó y movió mi corazón a hacer cambios. Necesito edificar con otros materiales, no quiero que mi fe envejezca.

Entonces… ¿qué vas a hacer?

Dios te bendiga y buena jornada!

Roberto Raúl Góngora
Pastor - Licenciado en Teología