lunes, 30 de marzo de 2020

Palabras de Vida Eterna (un antibiótico stockeado)


“Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.”Juan 6:68

Con seguridad todos diríamos: ¡Qué confesión la de Pedro! Y es cierto. Lo lamentable del caso es que el contexto en el que esto tiene lugar es muy triste. Hace unos momentos atrás, algunos cuantos seguidores de Jesús cuestionaron su mensaje por lo duro que parecía cumplirlo y a partir de ese momento dejaron de seguirle. Como Jesús conocía con claridad los corazones de sus “doce”, se da vuelta y mirándolos fijamente les pregunta (o los encara directamente): ¿Quieren irse ustedes también?

¡Qué terrible! Jamás me imaginaría a Jesús preguntándome si me quiero ir con los demás, si quiero dejar de seguirle o si quisiera abandonar el ministerio. Hay veces que entramos en momentos peligrosos, en pendientes pronunciadas, en mesetas interminables. Hay etapas en las que “servir/pastorear/liderar” se transforma realmente en una maratón.

Bueno, no creo estar exagerando o hablando de algo que ignoremos. Nos exponemos a mucha presión cada día. Ahora mismo, con lo que nos toca vivir, estamos viendo cómo “sostener pastoralmente” a nuestras congregaciones desde videos, audios, reuniones por wasap, videoconferencias con los equipos, oraciones telefónicas, etc. ¿Saben? A mí me pasó, me he encontrado algunas veces en esos momentos grises donde la tentación de dejar, correrme, abandonar era muy fuerte. Y si a mí me pasó, tal vez a vos también. ¿A quién recurrir en esos momentos?

Pero vuelvo al contexto y pienso “en voz baja” … Entre la pregunta de Jesús y la respuesta de Pedro hay un tiempo que transcurre: segundos, minutos, miradas, silencios que hablan, rostros que buscan otros rostros. ¿Qué habrá pasado por el interior de Pedro y los demás? ¿Habrá pensado, aunque sea por una milésima de segundo que sería un alivio dejar todo? Pero su respuesta temerosa es y debe ser también la nuestra. No tenemos otro a quien ir, no tenemos otra posibilidad de aliento sino el que viene del Maestro. Palabras más, palabras menos, Pedro está diciendo esto. Casi con atrevimiento dejame compartir con vos estas dos (2) grandes verdades que me han hecho bien en esos “momentos”.

No hay otro DIOS, no hay otro CRISTO


Pero el mundo nos dice que hay más dioses. Que la onda, la moda, lo piola, es tener más de uno… es como practicar “adulterio espiritual”. Cuando no obedecemos a Dios, entonces obedecemos a otro. Si Cristo no es mi Señor, mi señor es otro. Cuando mi maestro no es Jesús, yo estoy aprendiendo de otro. Este mundo nos dice que no está mal, que se puede vivir como los atenienses con un templito dedicado a cada dios personal. Aquellos que no han sido “triturados” por el Espíritu Santo siguen manteniendo, por las dudas, en sus vidas esos templos a algún dios personal: pensamientos, actitudes, trabajo, familia, apellidos, estructuras, ministerios, status, etc.

Recordemos lo que el mismo Dios dice a través del profeta: “Yo soy Jehová, y no hay otro. Aparte de mí no hay Dios. […] para que desde el nacimiento del sol y hasta el occidente se sepa que no hay nadie más que yo. Yo soy Jehová y no hay otro.” Isaías 45:5,6. No hace falta aclarar más nada. Jesús supo y pudo llevar sus cargas al Padre, lo demás era koinonía cotidiana. Si Él lo hizo y nos lo enseñó, creo que podemos hacer lo mismo.

No hay otra PALABRA, no hay otro ALIMENTO


En realidad, este es un mundo lleno de palabras, repleto de mensajes de todo tipo. Es un mundo lleno de predicadores, de oradores. Es un mundo lleno de conferencistas, de magisters, de especialistas y doctores. Es un mundo lleno de técnicos, de experimentados, de gente que sabe. Vivimos en un mundo lleno de profetas, apóstoles, pastores y salmistas. Sin embargo, es un mundo con “poca o escasa Palabra”. La que hay es una palabra que no nutre, no alimenta, no sostiene porque es palabra de hombres, no es Palabra de Dios. La urgencia de este tiempo reclama por Palabra que sea “nutritiva” para los que ya conocen, y que sea “salvadora” para los que no saben todavía.


En la Sinagoga de Capernaúm, Jesús enseña con tremenda autoridad y conocimiento de los corazones de sus “oyentes casuales” y de los “seguidores de siempre.” Pero algo sucede, de pronto cambia el sabor de la palabra y lo que era dulce ahora sabe amargo. Lo que era agradable escuchar ya no lo es tanto, suena pesado y fuerte. Esta vez no hay milagros, no hay señales… es pura Palabra, puro mensaje, pura enseñanza, pura palabra clara que desnuda los corazones. Saliendo de la Sinagoga, Jesús confronta decididamente a la variada congregación que le sigue y provoca un “tsunami espiritual” que arrasa con las máscaras de unos cuantos, diciéndoles: “Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida, pero algunos de ustedes no me creen” (Juan 6:63, 64).

Las estrategias de marketing dirían que esta no es la forma de ganar y conservar el auditorio, porque si la gente no escucha lo que quiere escuchar y no se siente cómoda… SE VA. Se lo hicieron a Pablo, a Jeremías, a Noé, a Esteban, a Juan el Bautista, y lo seguirán haciendo. Por primera vez las palabras de Jesús dividen las aguas, las almas, los corazones, el auditorio. Muchos toman la gran decisión de sus vidas, se quedan y siguen a Jesús. Saben que lo que suena fuerte e incómodo es lo mejor para el alma. Pero hay otros que dicen basta, hasta acá llegamos. Se vuelven a sus casas, a sus familias, a sus labores y a sus propios “palabreros”. El panorama es desagradable, casi espeluznante, hombres y mujeres se movilizan, multitudes se marchan tomando sus cosas y buscando nuevos rumbos. A partir de ahora… YA NADA VOLVERÁ A SER IGUAL.

Creo que Pedro termina respondiendo por todo el grupo. En un abrir y cerrar de ojos deciden seguir siendo parte de este “santo proyecto” de transmisión del evangelio. Ahora ya saben que no hay otro DIOS y que no hay otra PALABRA.

Pero Pedro añade a su respuesta, “tu tienes palabras de vida eterna”. Me parece hermoso y atinado que nos mandemos entre nosotros versículos, mensajes, videos, canciones, que nos animemos en la fe, que oremos con otros hermanos, que nos recordemos que “…ninguna peste destructora nos alcanzará” como si los creyentes estuviésemos exentos de sufrir algo. Todos nosotros hemos enviado y reenviado “memes alusivos” al coronavirus aún mezclándose entre versículos y palabras de aliento. Basta con ver nuestros chats: encontramos el mensaje de tal pastor o el versículo tal a continuación de un meme o antes de un chiste. ¿Se imaginan a algún infectado o a alguien que perdió un familiar leyendo estos memes? YO NECESITO PEDIR PERDÓN (no reenviaré nada más de eso que llamamos “ingenio popular”).

Me pregunto si no nos estaremos equivocando. ¿Será que nos estamos guardando este antibiótico solo para nosotros, los creyentes? ¿Qué hay de aquellos que lamentablemente murieron sin haber recibido estas palabras de vida eterna? ¿Y lo familiares que quedaron destrozados? ¿Cómo vamos a hacer para explicarles que Dios tiene un propósito? Cuando volvamos a nuestros púlpitos (si volvemos), ¿Cuál será el primer mensaje que predicaremos? Hermanos míos, si Dios en su misericordia permite que esta pandemia llegue a su fin, será necesario revisar con urgencia nuestra misión. La Iglesia de Cristo debe cambiar.

Termino “según mi opinión” reconociendo que estas “palabras de vida eterna” deberían haber corrido e infectado el mundo mucho más rápido de lo que lo está haciendo este virus. Lamentablemente hemos "stockeado" en nuestros almacenes lo que debería estar a disposición del mundo.

¡Dios te bendiga y buena jornada!



Lic. Roberto R. Góngora
Pastor - Licenciado en Teología

domingo, 29 de marzo de 2020

Educación Cristiana: ¿Entrenando o Entreteniendo?


El objetivo de la ciencia es el saber; el de la técnica, el saber hacer; el de la educación, el saber vivir. Nosotros tenemos la obligación de ayudar a que la mayor parte de las personas que viven en la tierra, puedan realizar, si fuera posible, los tres ideales: saber, saber hacer y saber vivir. La educación tiene que tener como punto de partida al ser humano. También deben tenerse en cuenta los métodos y las técnicas que se emplearán para transmitir a la gente los valores de la verdad, el bien, la justicia y la belleza. De esta forma ya tenemos definidos los valores hacia los cuales la educación tiene que dirigirse para vivir en comunidades organizadas. Estos principios van unidos a una fe religiosa, partiendo del único creador de todas las cosas: Dios. Este es el ideal. La realidad nos dice que los jóvenes que tenemos que educar hoy, ven solamente grandes dogmas y dedos que los señalan.La gente busca en sus maestros siempre un ejemplo. Cuando esto no se da, se siente defraudada.



Guillermo Graves ha definido la Educación Cristiana como "la función de la iglesia, mediante la cual se guía a las personas hacia la madurez cristiana." Debemos aclarar que educación cristiana no es lo mismo que escuela dominical. Esta última es sólo una parte. En la educación cristiana se incluye el discipulado, la docencia desde el púlpito, la escuela dominical, los cursos de preparación para los distintos ministerios, club de niños, escuela bíblica de vacaciones, etc.

El mismo Graves afirma sobre la importancia de la educación cristiana, lo siguiente: "sin la Educación Cristiana, los miembros de la iglesia tienden a permanecer ignorantes de las creencias, doctrinas, niveles éticos de crecimiento y la Biblia misma. La iglesia que no cumple esa función se ve a sí misma limitada en su crecimiento y desarrollo."

¿Qué espera lograr la Iglesia cuando educa?


En otras palabras, cuáles son los objetivos persigue. El motivo de la educación cristiana no es la iglesia, sino las personas. Ellas son las destinatarias de la educación cristiana y por lo tanto los objetivos están referidos a ellas. Dicho de otra manera, que las personas lleguen a: 
  1. Tener conciencia del amor de Dios demostrado en Jesucristo.
  2. Responder en fe y amor al llamado de Dios.
  3. Descubrir el significado de la vida a la luz de la voluntad de Dios.
  4. Aplicar las enseñanzas de Jesús en su propia vida.
  5. Desarrollarse hacia la madurez cristiana.
  6. Integrarse plenamente a la comunidad de la iglesia.
  7. Cumplir con su función sacerdotal en el mundo.

Comunicar Valores - Mateo 5 al 7

No se trata simplemente de transmitir información, ni tampoco de llenar la cabeza de los alumnos con todo tipo de datos. Cuando se educa, se está preparando para el futuro operando cambios en sí mismo, en el presente. Cuando hablamos de educación cristiana, estamos pensando en la comunicación de los valores. Mel Tari, cuando explica el avivamiento en Indonesia en el año 1965, dice lo siguiente:[1]
Durante tantos años en nuestras iglesias hemos hecho de la Biblia algo tan espiritual que nos hemos olvidado que Dios quiere que la Palabra sea práctica en nuestra vida diaria. Debemos comprender que la Biblia es nuestra guía y es la Palabra de Dios. Cuando seguimos la Biblia de esta manera, podemos oír la Palabra de Dios. 

Entrenar para un Ministerio - Efesios 4:12

No se trata de entretener a los hermanos con una historia bíblica. La nueva perspectiva es: entrenar a los hermanos para realizar el ministerio.  Pero hoy estamos frente a otro diagnóstico. En la era de la informática, de los mejores materiales, de la educación cristiana y de las escuelas dominicales mejor organizadas nos encontramos con la paradoja de la Educación Cristiana. Teniendo todo esto en las manos, nuestro fruto no es otro sino, “[…] una generación de analfabetos en conocimiento bíblico.

Producir Maestros - Hebreos 5:12


Que tengan en claro su llamado; que introduzcan principios, a través de la educación cristiana; que tengan en cuenta la funcionalidad de la educación cristiana.

Educar para el Reino de Dios

Es importante tener muy en claro cuál es el núcleo fundamental de la educación cristiana. Daniel Schipani destaca que el énfasis central en la predicación y en el ministerio de Jesús fue precisamente el establecimiento del Reino de Dios. Lucas 11:20; Marcos 4:30; 10:44; Mateo 5:3, 10, 19 muestra una expresión que es constante en todo el ministerio de Jesús, el Reino de Dios.

Una educación cristiana que sea efectivamente creativa y transformadora debe orientarse según la imagen bíblica del Reino de Dios. Desde este enfoque, el objetivo de la educación cristiana es: "Preparar al hombre para que comprenda, viva, comparta y proclame el evangelio del Reino de Dios."

¿Quién se ocupa de la Educación Cristiana?


La iglesia de Jesucristo tiene, por necesidad, una función docente dada por el Señor mismo. la iglesia es responsable del ministerio de la enseñanza porque: 
  1. Sigue el modelo de Jesucristo. Se lo reconocía como "rabino" o maestro (Jn.3:2).
  2. Cumple el mandato de Jesucristo. Hacer discípulos (Mt.28:20).
  3. Reconoce el ejemplo de la primera iglesia. Los apóstoles no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo (Hch.5:42). 
"Cuando la iglesia cumple con su función de enseñanza, está capacitando a los suyos para: adorar, proclamar, enseñar, servir y compartir"

Sólo para Maestros


Habíamos dicho anteriormente que uno de los objetivos de la educación cristiana era la de "producir maestros." Teniendo en cuenta esta afirmación, haremos el intento de analizar cuál es la situación de los maestros en nuestros días.

La base bíblica es muy clara en cuanto a este ministerio. Pablo, en las cartas pastorales a Timoteo y a Tito, hace hincapié en la importancia de la enseñanza, tanto en el ministerio de estos dos pastores, como en el de la iglesia misma. Veamos... 
  • "Ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza." 1 Timoteo 4:13
  • "Si esto enseñas a los hermanos, serás un buen ministro de Jesucristo." 1 Timoteo 4:6
  • "Que los ancianos enseñen a las mujeres jóvenes a ..." Tito 2:4

Entre los dones que el Espíritu Santo da a la iglesia para que cumpla su ministerio figura el don de la enseñanza (Romanos 12; 1 Corintios 12; Efesios 4). Digo que no cualquiera puede enseñar. Tanto en Efesios 4:11 como en 1ª Corintios 12:28, queda muy en claro que los maestros son parte del ministerio de la iglesia constituido por Dios.

Por lo tanto, es importante recordar que:

TODA LA IGLESIA "EDUCA"
ALGUNOS
son elegidos para enseñar
TODOS
recibieron Gran Comisión
- Han recibido don de enseñanza
- Enseñan de manera práctica
- La iglesia les ha reconocido
- Enseñan de manera individual
- La iglesia les ha encomendado
- Sostienen el ministerio educativo
    
De todas maneras debemos tener en cuenta dos (2) problemas a los que hay que prestarles mucha atención:

1. El problema de hacer sin ser

Cuando la iglesia hace sin ser, tarde o temprano acontece el escándalo. Hay dos elementos que son preocupantes en el día de hoy: el activismo y el crecimiento numérico de la iglesia evangélica que no se traduce en una profundidad de vida y de discipulado. A esta altura debemos preguntarnos lo siguiente: ¿Estamos formando discípulos ó líderes? ¿Estamos discipulando ó adoctrinando personas?

Debemos mostrar calidad de vida y de discipulado. Si crecemos en número y no en calidad, seremos una mayoría cristiana sin conciencia ética, sin profundidad bíblica, sin compromiso con Jesús, y sin una diferencia clara entre su vida y la de sus vecinos.

2. El problema de hacer sin profundidad

Si continuamos haciendo sin profundidad, NO cambiaremos la historia. La Biblia nos ordena "hacer con profundidad." En 1ª Corintios 3:10-15 Pablo nos insta a ello. El fundamento es Jesús, pero lo importante no es verbalizar su nombre, sino describir su persona, su carácter, quién es él. No podemos dedicarnos al crecimiento numérico sin invertir tiempo de manera profunda en las personas. Si no invertimos en el discipulado, lograremos una legión de "salvos por fuego" que crecerán como yuyo.


La ambición de Pablo era presentar a todo hombre perfecto en Cristo. El hacer de la iglesia debe ser un hacer profundo (Colosenses 1:26-29). La prueba de que hoy hacemos mucho, pero sin eficiencia, eficacia, ni profundidad es clara. La iglesia frecuentemente es llevada por vientos de doctrinas. La iglesia tiene una puerta de atrás casi tan grande como la puerta de entrada. La iglesia tiene el potencial para llevar un mensaje transformador al mundo, pero aún no lo ha hecho.

LA ENSEÑANZA ES UNA DE LAS FUNCIONES ESENCIALES DE LA IGLESIA




Lic. Roberto R. Góngora
Pastor - Licenciado en Teología





[1] Mel Tari como le fue contado a Cliff Dudley, Como un viento recio (Caparra Terrace, Puerto Rico: Librería Betania, 1972), 73.

sábado, 28 de marzo de 2020

Como gente que piensa

Así que tengan cuidado de cómo viven. No vivan como necios sino como sabios. Saquen el mayor provecho de cada oportunidad en estos días malos. No actúen sin pensar, más bien procuren entender lo que el Señor quiere que hagan. […] sean llenos del Espíritu SantoEfesios 5:15-17 NTV


En este pasaje, el Apóstol Pablo escribe a la iglesia de Éfeso, advirtiendo sobre las cosas que suceden en la sociedad pero que llamativamente comienzan a instalarse en el seno de la iglesia, minando la vida de los creyentes (o por lo menos de algunos – generalizar nunca es bueno). Pablo nos anima a vivir nuestra vida de una manera diferente, a marcar una diferencia notable cumpliendo con el propósito de Cristo. El pasaje es muy claro y nos aconseja sobre tres aspectos fundamentales en nuestro modo de vida:

1. Vivir como gente que PIENSA lo que hace. Casi que nos pide a gritos “¡sean pensantes!”. Muchísimas veces hemos hecho cosas sin pensar…, y hacer las cosas de esa manera es NO usar la inteligencia, NO ser sabios (asofoi). No podemos manejarnos con arrebatos o con esa “frontalidad” que decimos tener para arreglar diferendos. Pablo le cuenta a los Corintios lo siguiente: “Alguna vez fui niño. Y mi modo de hablar, mi modo de entender las cosas, y mi manera de pensar eran los de un niño. Pero ahora soy una persona adulta, y todo eso lo he dejado atrás” (1Cor.13:11 TLA). Hay que estar muy bien “plantado” para poder decir “ya no soy el de antes, ahora cambié, soy otro, no soy el que conocieron.” No solo cambia nuestro aspecto a medida que crecemos, también debe cambiar nuestro pensamiento al crecer en Cristo. Era, hablaba, pensaba, razonaba… tiempo pasado.

2. Vivir INTERPRETANDO los tiempos (kairon). Es tal vez uno de los desafíos más grandes. El creyente que no ha “comido” de Dios, NO SABRÁ jamás lo que pasa a su alrededor, estará incapacitado para interpretar los tiempos que vive. Muchos dicen que les cuesta entender lo que la Biblia dice, que no logran interpretarla… Pero se leen el diario y las revistas de tapa a tapa, no se pierden un solo noticioso “absorviendo” literalmente un contenido “ya masticado”. No niego la realidad, pero ¿cómo puede ser? No logro entenderlo. Me emocionan esos pocos hombres de Isacar que se unieron a David en un “proyecto distinto” porque la situación lo “ameritaba”.

[…] dirigentes de la tribu con sus parientes; todos ellos eran hombres que entendían el desarrollo de la historia y podían discernir respecto al mejor rumbo que Israel debía tomar. 1Cr.12:32 – NBV

3. Vivir CONTROLADOS por el Espíritu Santo. La idea o el plan de Dios NO es transformarnos en robots que obedecen indicaciones sin resistencia. Una iglesia no es un montón de “buenas voluntades” reunidas domingo tras domingo, o un conjunto de creyentes que “obedecen” sin discernir. El Espíritu Santo llegó a nuestra vida para guiarla, controlarla, advertirla… no para ser un adorno interno o un elemento que usamos a requerimiento. Nada puede movilizarnos a menos que nos llene, que nos pase, que nos pegue. Esta pandemia llegó y nos pegó, nos movilizó. Aquí la idea de Pablo es “estén siendo llenados a plenitud” (plerou).

En la misma línea de pensamiento del apóstol nos encontramos con el pasaje de Romanos 13:11, “Tenemos que vivir así, sabiendo que el tiempo vuela. ¡Despertemos! […]” (NBV). Pablo usa el mismo vocablo (kairon) para hacer notar que el tiempo que se está viviendo es un tiempo especial, un tiempo diferente “provisto” por Dios y no un tiempo físico (cronos).

“Ya es hora de despertar del sueño…” ¿Será que estamos dormidos entonces? ¡Tremendo desafío! Hay un sueño que viene por el cansancio natural de las tareas de todos los días. Otro sueño viene por algún desorden provocado o por haber estado en “vigilia” (una guardia, un cumpleaños, un casamiento, estudio). Otro viene por alguna enfermedad contraída que nos tira en la cama. Pero hay un sueño que viene por el ocio puntual o situacional, por no hacer nada productivo, por sacar la silla a la calle y ver cómo se desarrolla la vida de los demás. Como cuando tenemos un desperfecto en la ruta y todo lo que podemos hacer es estacionar el auto en la banquina, lo único que veremos es cómo los demás avanzan. Uno de los peligros que corremos en esta cuarentena es que nos atrape el ocio: dormir, comer, no producir nada, que nos inmovilice el temor aún aislados. Pero, de todos modos, es una decisión personal.

Termino “según mi opinión” proponiendo: NO CAIGAMOS EN EL OCIO. Seamos una iglesia que esté atenta a la urgencia del momento y que tenga “algo para decir”. Tenemos una cita, un compromiso, con esta realidad.

“La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Por tanto, desechemos las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz. Andemos decentemente, […], vestíos del Señor Jesucristo.” Romanos 13:12-14 - LBLA

¡Dios te bendiga y buena jornada!


Lic. Roberto R. Góngora
Pastor - Licenciado en Teología

Hermosamente "extraño"


“No podían reunirse en una capilla; no podían reunirse bajo un pórtico; no podían reunirse en una pieza; los expulsaban de un cementerio y del patio de un molino… Don Bosco resolvió que se reunirían en un prado, sin más techo que el cielo. […] Y el prado sirvió para jugar, para saltar, y confesarse, y predicar, y enseñar a leer y a cantar[1]

Fue un domingo “hermosamente extraño”. ¡Tan raro y tan diferente! No pudimos hacer uso de los TEMPLOS, de las infraestructuras, de los bancos, de los púlpitos, de las aulas, de las plataformas, de los sistemas de sonido, de las luces, de los líderes de alabanza, no pudimos levantar las ofrendas (aunque supe de algunos casos novedosos), etc. En fin, no pudimos hacer uso de nada de todo eso que tenemos armado para llevar adelante un “culto” para la honra y gloria del Señor. Sé que suena un poco irónico, pero “bue”, pido disculpas. Y entonces ¿qué hacemos? De pronto, el pueblo evangélico tuvo que pensar en otra cosa.

Siempre me pregunté lo siguiente: ¿Qué pasaría si la iglesia de Cristo no tuviese templos? ¿Funcionaríamos del mismo modo? ¿Le pediríamos permiso a algún hermano con casa grande? ¿Cómo nos enteraríamos del que falta hace tiempo? ¿Cómo, a quién y dónde predicaríamos los pastores? ¿Qué pasó con el auditorio? ¿Cómo sobreviviría una iglesia del siglo XXI sin un templo (edificio) donde congregar a la gente?

El libro de los Hechos nos relata que los nuevos convertidos se congregaban regularmente para escuchar las enseñanzas de los apóstoles, tener comunión unos con otros, compartir el pan y orar. Me interesa mucho esto de la “comunión, compartir”. En el proceso de buscar palabras para expresar la nueva relación que los creyentes estaban experimentando por medio del Espíritu Santo, los apóstoles y otros discípulos se toparon con el término griego Koinonia. Se deriva de la raíz griega Koinos o “común” y tiene que ver con compartir o tener afecto por cosas en común.

Cuando en las iglesias se habla de Kononía, por lo general se usa para describir una actividad grupal puntual (el pic-nic, un social, el campamento, el aniversario de la iglesia, etc.). Y por supuesto, el Departamento o Comisión de Comunión se encargaría de esto. Si este fuese el sentido, cualquier grupo social tiene koinonía (el futbol, las carreras, etc.). Como dice Barclay, “Koinonía es el espíritu del dar generoso en contraste con el espíritu del obtener egoísta; se usa para expresar una relación íntima y cercana entablada por las personas.” Y aquí radica nuestra principal diferencia con los demás.

Entonces quisiera que nos preguntemos esto: ¿Podríamos ser una comunidad de fe si no pusiésemos en marcha el principio de la koinonía? Respuesta: definitivamente NO. Porque la koinonía es mucho más que un término griego. Es una forma de vida, es un cambio de paradigma, es una transformación del pensamiento humano, es la desaparición del yo, es la metamorfosis del individualismo. Es dejar de pensar primero en nosotros mismos para ver al otro como “superior” a uno mismo.

Este domingo de cuarentena fue “hermosamente extraño”. De pronto, todos experimentamos que el principio de la koinonía es cierto y practicable. Pudimos darnos cuenta de la importancia que tiene uno al lado del otro en el espíritu, aunque no físicamente. Hoy experimenté hasta las lágrimas que “somos iglesia en koinonía” aún sin estar juntos en el templo, y creo que fue más fuerte todavía.

Muchos conocen la historia de Eric Liddell (1902-1945). Aquel atleta que se rehusó a correr una final olímpica en día domingo. Años más tarde fue probado por Dios mucho más fuerte como misionero en la China. En aquel momento Japón entró en guerra con China y la hostilidad japonesa crecía cada vez más, de tal modo que le advirtieron que ya no se podrían celebrar servicios en la iglesia, al menos con no más de diez (10) personas presentes. Transcribo el siguiente párrafo:[2]
Eric pensó en el problema por largo tiempo y, por fin, se le ocurrió una solución. Decidió continuar preparando un sermón cada semana; pero en vez de predicarlo desde el púlpito, lo escribiría. Consiguió la ayuda de la esposa de otro misionero, quien invitó a nueve personas para tomar el te de la tarde. Mientras los invitados tomaban el té, la esposa del misionero repartió copias del sermón de Eric, el cual leyeron y comentaron. Entonces cada una de aquellas personas invitaron a otras nueve a tomar el té y repartieron a su vez, copias del sermón. Luego cada una de aquellas nueve personas hizo lo mismo con otras nueve, y así sucesivamente. De esta manera, al cabo de poco tiempo, toda la zona oía el sermón de la semana. […] La solución de Eric se llamó la “Iglesia del Te de la Tarde”.
Termino “según mi opinión” celebrando a Dios por los recursos que tenemos y que son suyos. Las Redes, Grupos, Canales de YouTube, Apps, Skype, líneas telefónicas, Facebook, y otros tantos más ayudaron a que la iglesia “se vea y se escuche”. Sin embargo, los cristianos del primer siglo nos enseñan dos cosas relevantes:
  • Se reunían para tener comunión -koinonia-, no un culto.
  • Nos muestran que la comunión nace de un encuentro transformador con Jesús. Si no, no tiene sentido.


Gracias Dios mío... Hoy, en este domingo “hermosamente extraño” entendí lo que significa ESTAR EN KOINONÍA CON MIS HERMANOS.


Dios te bendiga y buena jornada.



Lic. Roberto R. Góngora
Pastor - Licenciado en Teología




[1] Hugo Wast. Don Bosco y su tiempo (Buenos Aires, Ediciones Palabra), 126.
[2] Janet y Geoff Benge. Eric Liddell. Algo más preciado que el oro (USA, Ed. Jucum, 2003), 155.

La Imagen de la Iglesia frente al Tercer Milenio


Ha pasado mucho tiempo desde que Jesucristo nos encomendó la tarea de “impregnar” este mundo con la Palabra del Evangelio. Mucha agua ha pasado bajo el puente y la Iglesia ya tiene una historia bien marcada sobre sus espaldas. Una historia con todo tipo de ribetes y rica en expresiones de todo tipo. Paradójicamente su imagen fue cambiando: en el mundo y en los testimonios locales.

También debemos reconocer que somos parte de una sociedad sin Dios que está gobernada por un relativismo moral alarmante. Hay una falta total de ejemplos, de ética, en todas las esferas. A medida que la historia avanza se va estableciendo un divorcio cada vez más marcado entre los principios éticos y las realidades de la vida social. Pero lo grave es que ese relativismo moral y la filosofía hedonista de nuestra sociedad parece haber ingresado (permeado, infectado) a la vida de la iglesia.

Ya hemos entrado en un nuevo milenio de historia, y la pregunta se hace inevitable: ¿Qué imagen está dando la iglesia hoy? ¿En qué medida la iglesia se está comportando como un cuerpo comunitario? ¿Hasta qué punto la iglesia está expresando la presencia del Reino de los Cielos en la tierra?

Quisiera abordar este tema a partir de algunos aspectos, que son los que a mi criterio están visiblemente en conflicto.[1]

1.  El Aspecto Eclesiológico

Considero que la situación más preocupante dentro de la vida de la iglesia está dada en primer lugar; por el olvido, la incomprensión, el descuido o la deliberada malformación de una doctrina que ha sido fundamental en la Reforma: el sacerdocio universal todos los creyentes; y en segundo lugar, el rol del pastor. La mala comprensión de estos dos pilares doctrinales nos ha llevado a deformaciones gravísimas del concepto de iglesia. Se hace urgentemente necesario reconocer que en muchas oportunidades se ha degenerado el sacerdocio de todos los creyentes por el SACERDOTALISMO de ALGUNOS creyentes. Esto va creando malestares dentro de la vida de la iglesia y en la misión que desempeña.

John A. T. Robinson, nos recuerda que Cristo es el Sumo Sacerdote y que la iglesia como cuerpo (comunidad de fe) es la que debe preservar y enseñar esta verdad a sus feligreses.  Esto es cierto si se tiene en cuenta que en ocasiones la iglesia ha pecado de vanidosa al llevar adelante (o por lo menos intentarlo) una misión sin la conformidad de sus miembros. Dice Robinson: “... no se debe permitir que nuestro temor al sacerdocio [...] minimice el carácter y la vocación inexorablemente sacerdotales que tienen todo este cuerpo y cada uno de sus miembros.[2]  Es evidente que Robinson sale a la defensa del ministerio de la iglesia como “cuerpo” y se opone a toda manifestación individualista que lleve a cada creyente a producir una tensión entre su tarea y la de la iglesia.

Frente a este panorama, pienso y creo que durante muchos años se han adoctrinado personas (en lugar de discipular) que llegan a nuestras congregaciones, pero el resultado es que no tenemos “iglesias discipuladas”. Parece que en las décadas pasadas, el llamado avivamiento (en sus variadas expresiones: renovación, celebración, cultos de alabanza, guerra espiritual, etc.) fue abriéndose paso a costa de la ética, la solidaridad, la tolerancia, el sacerdocio de todos los creyentes, la unidad, la comunión y otras formas de vida consideradas “clásicas” y “fundamentales” para la extensión del Reino. Hoy como nunca vemos iglesias fracturadas, divididas, espiritualmente enanas, mediocres y dominadas. Algunos dicen que la “renovación” es la causa de esta imagen desdibujada de la iglesia; otros sostienen que es el concepto de “unción” y hasta algunos pensarán que es la práctica de “liberación” en los cultos o en la visitación. Es posible que me equivoque, pero creo que la “renovación” ya encontró a una iglesia ya dividida y polarizada que ha descuidado la práctica sana de los ministerios que hoy tenemos que recuperar.

2.  Aspecto Educativo (o formativo)

En otros contextos o denominaciones se habla de ministerio de educación cristiana. Históricamente se lo ha conocido como “la escuela dominical” ó “la escuelita”, presentándose como una actividad aparentemente destinada a la preparación y crecimiento solamente de los niños ya que los adultos no parecen ser los destinatarios de esta actividad. Este ministerio debería ser considerado el más importante en la vida de una iglesia que quiere crecer y desarrollarse.

Tal vez sea tiempo de transformar “la escuelita” en una academia bíblica en donde los creyentes se gradúen por lo menos de maestros, para poder enseñar a otros. Son muy pocas las iglesias que se han tomado la educación formativa de sus miembros en serio.

La predicación

Creo que la predicación merece un capítulo aparte ya que es necesaria una renovación total de la misma. Ese gran predicador que fue Juan Wesley decía:
Dadme cien predicadores que no teman a otra cosa que al pecado y no deseen otra cosa que a Dios, y me importa un bledo que sean clérigos o laicos, solamente los tales sacudirán las puertas del infierno y establecerán el Reino de los Cielos en la tierra.
Hay que empezar a hacer docencia desde los púlpitos y predicar, si es necesario, hasta con pizarra y tiza. La predicación de este tiempo es en algunos casos la presentación de un producto light ó bajas calorías (dos cucharaditas de esto, una de lo otro, agua caliente y ya está...). Es la propuesta de un evangelio sin compromiso y por lo tanto barato. El pueblo de hoy es un pueblo sin preparación, que no sabe vivir ni hacerle frente a la vida el resto de la semana. Cargan las pilas el domingo y con eso tiran hasta el próximo encuentro. Es espantoso ver la falta de conocimiento bíblico, lo que lleva a no discernir ni juzgar la sociedad que nos rodea. Es necesario recuperar ese espíritu de la predicación pastoral, expositiva, con contenido. La predicación debe ser un servicio al pueblo y un lugar para el discipulado comunitario. Osvaldo Mottesi[3] lo dice de esta manera, "Dios nos llama a experimentar una renovación espiritual, que produzca una transformación ministerial, generadora de una movilización general, que fructifique en una misión integral". La predicación debe satisfacer también las necesidades humanas de la congregación y debe apuntar aún a la denuncia (aspecto profético) del pecado del pueblo.
Callar o ignorar el pecado de un grupo, sea la élite o la masa, los de arriba o los de abajo, los ricos o los pobres, los opresores o los oprimidos, los de izquierda o los de derecha, los conservadores o los radicales, los tradicionalistas o los carismáticos, por las razones que fueren, no es predicación diaconal [ni profética de denuncia], ni servicial: es demagogia, parcialidad, manipulación, uso prostituido de la Palabra de Dios.[4]
Otra falla que se nota dentro del aspecto educativo es la falta de solidez hermenéutica (interpretación bíblica). Ya no hace falta aprender a interpretar la Palabra de Dios, basta con preguntarle al maestro ó al pastor todas las cosas, ó estar seguro que “Dios me dijo ...”

3.  Aspecto Conductivo

Un tema candente y apasionante a la vez, ya que está relacionado con el tipo de gobierno de la iglesia. Además, la palabra líder es prácticamente de uso común. Es interesante notar que en la Biblia no aparece el término “líder” para referirse a una persona encumbrada, o que haya estado en relación íntima con Dios, o que haya sido un conductor popular. En su lugar tenemos el término “siervo”. También tenemos la palabra “laos” que describe la naturaleza de la iglesia como pueblo de Dios. El descuido y la falta de preparación de futuros siervos ha llevado a encontrarnos con líderes que lo son por “herencia” porque toda su familia siempre fue de liderazgo en la iglesia y no aceptan ser reemplazados o dejar su lugar voluntariamente a otros. Son sacerdotes de “élite”.

La iglesia de hoy parece ser una PyME (pequeña y mediana empresa). Se ha transformado en una estructura jerárquica en donde cada miembro ocupa un “status” definido. Sin embargo, la iglesia no puede funcionar con parámetros que para el mundo son normales. Si se observa con detenimiento las tareas que una iglesia debe realizar, inexorablemente se llegará a la conclusión de que solamente el ministerio/servicio comprometido de cada creyente hace posible que la iglesia sea lo que debe ser. La iglesia debe hacer todo lo posible para deshacerse de la división tan marcada entre “clérigos” y “laicos” y poner más énfasis en la unidad de la iglesia “en misión”.

La iglesia local debe funcionar como una escuela para la preparación de los suyos. Lamentablemente vemos que los responsables están ocupados en cuestiones de poder y el ejercicio de la autoridad. Están ocupados en cuestiones de organización y política eclesiástica. Están intentando hacer toda la obra solos y tienen miedo de ver que sus jóvenes están estudiando y quizás lleguen a tener mejor preparación que ellos. Algunos se sienten amenazados.

Algunas Conclusiones

Es evidente que la imagen que está dando la iglesia (como Cuerpo de Cristo) es, a mi criterio, muy triste. Para penetrar y transformar correctamente una sociedad que ya ha ingresado al siglo XXI, debemos revisar urgentemente nuestra eclesiología, la enseñanza, la  predicación, la hermenéutica y nuestras formas de gobierno o liderazgo. No se puede seguir así. Todos los días nos enteramos de pastores enredados en problemas con su iglesia y viceversa. Pastores que optan por una forma de gobierno piramidal, autoritaria y caudillista.

La “mística” del pastorado y de la vida de la iglesia ha desaparecido. Ya todo es frío y calculado. Parece que la globalización ha invadido la iglesia transformándola en una especie de sociedad individualista. Parece que todos los domingos, la gente que se reúne es distinta. La Iglesia no es meramente una colección de individuos bien intencionados, más o menos unidos por algún convenio. La iglesia se constituye en una experiencia común compartida. Ser una "comunidad" no es algo opcional para la Iglesia de Jesucristo. Por naturaleza somos una comunidad. La verdadera comunidad cristiana es creada y sostenida por una fe común; un compromiso de obediencia común a Cristo... el Señorío de Cristo?

El anhelo de los reformadores, era que la iglesia fuese un lugar en donde se proclamara la Palabra de Dios en su pureza, donde las ordenanzas fuesen administradas correctamente, y donde se ejerciera una disciplina eclesiástica bíblica. También debe ser nuestro imperativo en este tiempo preparar una iglesia para Cristo “como una novia... para las bodas del Cordero.” Debemos presentársela sin mancha.


Lic. Roberto R. Góngora
Pastor - Licenciado en Teología



[1]Es bueno aclarar que esta no es una visión apocalíptica ni pesimista de la situación, sino una mirada crítica y sentida de una situación que debe cambiar a partir de la iglesia misma.
[2] John A. T. Robinson, La iglesia en el mundo (Barcelona: Colecciones Península, 1960), 87.
[3] Osvaldo Mottesi, Predicación y misión: una perspectiva pastoral (FLET, 1989), 40.
[4] Ibid., 46-47.