viernes, 12 de enero de 2024

Una búsqueda con propósito

Ahora bien, esto es lo que el Señor dice a la familia de Israel: “¡Vuelvan a buscarme y vivan!”. Amos 5:4 (NTV)

Es probable que nos larguemos en una búsqueda desenfrenada de cosas que no necesitemos. También puede darse el caso que estemos buscando aquello que ya tenemos a nuestro lado o con nosotros. O puede ser que estemos buscando conseguir algo solo para decir, “ya lo tengo”.

Pero en este pasaje no se están buscando cosas opcionales, superfluas, sino esenciales. Dios, a través del profeta Amós, dice a su pueblo: “Búsquenme…” Pero esta búsqueda implica por lo menos dos cosas. Primero, el reconocimiento de la pérdida de algo; y en segundo lugar, la puesta en marcha de una acción, de una actitud personal. Así que tenemos que reconocer algo que es prácticamente lógico desde la mirada de Dios; que lo que estamos buscando, es para nosotros y se supone que estamos “vivos” (obvio) al momento de la búsqueda. Pero en el caso del pasaje que nos ocupa; Dios reclama algo diferente a su pueblo a través del profeta Amós.

¡Búsquenme y vivirán!

Esto quiere decir que Dios está afirmando, reconociendo, que está haciendo un pedido a un pueblo que está “muerto espiritualmente”, y que para volver a la vida necesita buscarlo y encontrarse nuevamente con Él. Por lo tanto, en esta relectura del profeta nos encontraremos con una dimensión diferente del acto/acción de buscar. Aún desde el estado de “muerte espiritual”, de separación, podemos volver a encontrarnos con un Dios vivificante, creador, alentador, prometedor.

Pero primero, veamos en unas pocas líneas el contexto histórico del profeta. Quizás, es uno de los más oscuros que podamos imaginar. Tal vez, la carta de Santiago sea el paralelo más equivalente del Nuevo Testamento. Como para hacernos una idea rápida del libro, digamos que:

  • Predicó en Judá (Reino del Sur), durante el reinado de Uzías (ver Isaías) y luego se traslada a Israel (Reino del Norte) con el Rey Jeroboam.
  • Es probable que Amós haya colaborado con el profeta Oseas en el Reino del Norte.
  • Durante el reinado de Jeroboam II se produce un tremendo crecimiento de la riqueza a nivel nacional… pero NO en todos los niveles sociales en forma igualitaria.
  • Hay un contraste muy grande entre la abundancia de las clases gobernantes ricas y el resto del pueblo.

En este contexto socio-político-espiritual, el profeta Amós emerge con un claro y potente mensaje de Dios, denunciando:

  • Un sistema judicial corrupto (5:12)
  • A la clase rica por oprimir al pobre (2:6)
  • A los que especulaban con el precio y el peso del trigo (8:4-6)
  • A la clase religiosa (aunque había gran actividad, no había resultados. 5:18-24)

Por esto, entendemos que el mensaje de Amós y de Oseas (profetas menores), es tan actual y pertinente como en aquel tiempo. A los fines de nuestra reflexión, les propongo prestar especial atención a la propuesta de parte de Dios frente a la situación en la que se encontraba Su Pueblo.

Según mi opinión…, la realidad sigue siendo la misma. Pero, habiendo ya transcurrido más de 2700 años de historia, parece haber empeorado. Pasaron los reyes, cayeron imperios, se levantaron nuevos sistemas, pueblos lucharon por su libertad e independencia, etc. Así, el evangelio llegó en la persona de Jesús, NO con otra propuesta sino con la misma de siempre: “Volver a Dios”. Así lo expresa Jesús en el Evangelio de Marcos:

“¡Por fin ha llegado el tiempo prometido por Dios! —anunciaba—. ¡El reino de Dios está cerca! ¡Arrepiéntanse de sus pecados y crean la Buena Noticia!”

Muchos aceptaron la propuesta, pero otros muchos no. El evangelio comenzó a expandirse, nacieron las congregaciones y se formaron iglesias. Con el correr del tiempo, los años y los siglos, algunos virus y bacterias espirituales fueron ingresando y contaminando el mensaje. ¡Pura historia que se repite! Finalmente, la iglesia (en tanto organización humana) sucumbe ante la seducción del poder político-religioso y termina formando un mix raro, extraño, poco eficiente. Fue mezclándose y escondiéndose detrás de reclamos que le hicieron creer y convencerse que esto es lo que hay que hacer.

Y así, de esta manera, el mensaje salvador para el hombre, la sociedad, los pueblos, las naciones, el mundo… fue quedando “aprisionado y encuadernado” entre dos tapas de un libro que ya no se interpreta, sino que se "siente"; ya no se lee en su totalidad, sino en forma "parcial"; ya no es objeto de meditación, sino a través de "otros libros". Tal como el Talmud, la Midrash, la Mishná que ayudaban a “interpretar” la Ley.

Tenemos claro que la realidad no ha cambiado, tal vez ha empeorado. De todas maneras, el mensaje No ha cambiado, sigue siendo el mismo. La misión de la iglesia tampoco cambió, sigue siendo la misma. Entonces vemos en Amós, que la propuesta o invitación de Dios frente a esta realidad socio-espiritual, no es la de la protesta ni el reclamo, sino la búsqueda sincera de Dios como único factor vivificante para la humanidad. No se trata de un gobierno, de un partido político, o de un nuevo sistema de leyes; se trata de la Cruz, de Cristo, del Padre, del Espíritu Santo. No podemos seguir enredados en pensamientos que nos hagan creer otra cosa. Para los que ya conocemos y sabemos, es tiempo de volver al seno de Dios. A los que no lo conocen todavía…, es tiempo que les hablemos de ÉL.

Permítanme rescatar y compartir algunos pilares determinantes a partir de la lectura de este pasaje (o de todo el libro).

  • “No adoren en los altares paganos en Betel; no vayan a los altares en Gilgal ni en Beerseba. Pues el pueblo de Gilgal será arrastrado al destierro y el pueblo de Betel será reducido a nada.” (v.5)

La REALIDAD que vivía el pueblo en aquel momento tenía que ver con un abandono de la intimidad con Dios para pasar a lo puramente religioso, pragmático y cumplidor de la relación. Cumplir con la actividad no significa cambio espiritual. Betel, Gilgal y Beerseba eran los centros de culto a los que la gente acudía; pero Dios moraba solamente en el corazón de unos pocos. El llamado de Dios a través de Amós es, YA NO BUSQUEN MÁS EN ESOS LUGARES. La misma urgencia la vemos en Jeremías 29:12-14. “(...) cuando oren, los escucharé. Si me buscan de todo corazón, podrán encontrarme. Sí, me encontrarán—dice el Señor—. Pondré fin a su cautiverio y restableceré su bienestar. Los reuniré de las naciones adonde los envié y los llevaré a casa, de regreso a su propia tierra”.

  • “Es el Señor quien creó las estrellas, las Pléyades y el Orión. Él transforma la oscuridad en luz y el día en noche. Él levanta agua de los océanos y la vierte como lluvia sobre la tierra. ¡El Señor es su nombre!” (v.8)

Buscar a Dios como CREADOR es realmente transformador. En un mundo que vive y se desarrolla constantemente frente a nuevas propuestas, nuevos creadores, nuevas filosofías, nuevos dioses, nuevos acomodos, nuevos mundos…, la realidad de volver al seno de un Dios creador de todas las cosas es realmente una necesidad “urgente”. No es una teoría más, no es una explosión cósmica librada al azar, o una nueva teoría conspiranoica… El dedo de Dios se levantó, Su voz fue oída y todo fue creado por Su poder. No estamos en presencia de un inventor de turno, sino del Creador de todo.

  • “¡Vuelvan a buscarme y vivan!” (v.4b)

Con total claridad estamos frente a la invitación a buscar a un Dios vivificador. En Amós, no vemos un llamado a aceptar o buscar una nueva propuesta de servicio o de nuevos planes más baratos. La propuesta de Dios es cara, muy cara, porque nos cuesta la vida. Es que para vivir en la intimidad con un Dios que da VIDA NUEVA, hay que morir a uno mismo para comenzar a disfrutar la vida de Dios… “Buscadme y viviréis”. No se trata de un elixir para la eterna juventud espiritual; tampoco se trata de un tratamiento revitalizante o de una pócima contra el acné espiritual. Es todo lo contrario a lo que podamos imaginar.

En aquel tiempo, Dios llamó nuevamente a Su pueblo a buscarle, a vivir muy cerca suyo. Lo llamó a dejar, a abandonar lo que no edifica, a deshacerse de toda práctica sistemática de adoración para volver a instalarse en una “relación matrimonial” con ÉL. El profeta Oseas (6:1-3, 6) lo expresa de esta manera: "Vengan, volvámonos al Señor. Él nos despedazó, pero ahora nos sanará. Nos hirió, pero ahora vendará nuestras heridas. Dentro de poco tiempo él nos restaurará, para que podamos vivir en su presencia. ¡Oh, si conociéramos al SeñorEsforcémonos por conocerlo. Él nos responderá, tan cierto como viene el amanecer o llegan las lluvias a comienzos de la primavera (…) Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios en lugar de holocaustos."

Por el año 1987, Pablo Bedrossian escribió una canción (entre tantas) que marcó la vida de muchos jóvenes que estábamos en la búsqueda de algo diferente, transgresor, tal vez más espiritual. Pero…, finalmente no se trataba de nada de eso. No había nada diferente a lo esencial del evangelio. Se trataba de algo simple y desafiante, se trataba de “Vivir como Cristo vivió”.

¿Será posible nuevamente hoy?


No encuentro nada mejor para cerrar esta reflexión, sino hacer honor a la inspiración del autor, transcribiendo la letra de aquella canción. 

Tengamos la mirada compasiva,
las palabras de esperanza,
la entrega de Jesús,
y extendamos nuestras manos al caído,
dando abrigo al que tiene frío
y al que está en tinieblas, luz.

Vivir como Cristo vivió,
seguir lo que Él enseñó,
amar como nos amó,
servir como Él sirvió,
como se entregó por nosotros...
Vivamos como Cristo vivió.

Cambiemos, la hora lo demanda.
No es cuestión de palabras,
sino de amor, acción y fe;
Y mostremos que es posible el hombre nuevo
viviendo nosotros primero
una vida de poder.

“Vivir como Cristo vivió”

Letra y música: Pablo Bedrossian - Año 1987


Que Dios te bendiga en tu jornada de "búsqueda"

Ptor. Roberto Góngora

domingo, 26 de marzo de 2023

Tallo, Espiga y Grano... Procesos.

*en ocasión del inicio del Ciclo Lectivo 2023 del Seminario Bíblico Temperley


El día comienza y Jesús enseña un nuevo paquete de valores. La gente sabe que ÉL está allí y no pierden tiempo en acercarse para escuchar. Está junto al mar de Galilea y el auditorio es tan grande que decide subirse a una barca, apartarse un poco y enseñar desde allí. Pero en algún momento el gentío comienza a dispersarse y entonces queda un grupo más reducido, son los doce y algunos más que estaban alrededor de ÉL. A partir de ahora, la enseñanza pasa de lo magistral (aula magna) a lo particular (curso). Entonces Jesús les explica la Parábola del Sembrador y aprovecha para introducir otras más que también son parte del plan de estudios: la de la lámpara, la de la medida con la que medimos, el grano de mostaza, el crecimiento de la semilla, etc. Permítanme en este encuentro, en esta ocasión especial, concentrarme en la explicación de Jesús sobre el crecimiento de una semilla de trigo.

 

Jesús también dijo: «El reino de Dios es como un agricultor que esparce semilla en la tierra. Día y noche, sea que él esté dormido o despierto, la semilla brota y crece, pero él no entiende cómo sucede. La tierra produce las cosechas por sí sola. Primero aparece una hoja, luego se forma la espiga y finalmente el grano madura. Tan pronto como el grano está listo, el agricultor lo corta con la hoz porque ha llegado el tiempo de la cosecha».

Marcos 4:26-29 (Nueva Traducción Viviente)

 

Me llama poderosamente la atención el crecimiento de las cosas, es fascinante ver cómo se desarrollan. ¡Sinceramente es algo notable! Y en la naturaleza…, más todavía, porque allí vemos puro ADN en movimiento. Corto el pasto en casa, riego y al día siguiente ya están saliendo nuevamente los “pastitos”.

Por ejemplo, un edificio crece mientras se lo está construyendo, y eso también me asombra. Pero no tiene un ADN que le indique que ya tiene los cimientos listos y que puede pasar a la instancia siguiente para continuar edificándose solo. No hay manera…, necesita que los responsables (los constructores) vayan añadiendo, paso a paso, todo lo necesario (materiales, maquinarias, albañiles, etc.) para que tome “forma de edificio”. No los puede evitar, no puede saltearse ese paso. Del mismo modo un automóvil, una bicicleta, un alumno, una vida.

Pero no sucede lo mismo en la naturaleza. Allí las cosas son muy diferentes; el crecimiento se da de otra manera y los actores son otros. ¿Cómo se formaron las selvas o las llanuras? ¿Quién plantó una semilla de pino, de araucaria, de arrayán o de ciprés para que se formara un bosque? ¿Quién tiró tanta agua para que se formaran los esteros, los pantanos o los deltas? ¿Quién juntó tantas piedras y rocas para que se levantaran las montañas, los cerros o las sierras? Todo eso me maravilla, pero en realidad creo que solo nos maravilla el “resultado final”, el producto terminado, la foto conjunta.

Pero ¿a quién le maravilla lo que sucede con una semilla de girasol, de lino o de trigo? Podríamos pasar por un campo recién sembrado y no tener la más mínima idea de lo que hay debajo de esa tierra. Los resultados finales (los productos terminados), generalmente son más sabrosos que los procesos. Creo que no nos enseñaron a “disfrutar y celebrar” los procesos. Tal vez, esperar confiadamente no sea una de nuestras virtudes. Celebramos y hacemos fiesta solo cuando nos recibimos de algo producto de la carrera que elegimos. Pero no celebramos nada en el “mientras tanto”, durante el/los procesos.

Nadie hace fiesta porque aprendió a usar una calculadora científica, o porque se familiarizó con la tabla de logaritmos, o con la tabla periódica de los elementos en química, o porque aprendió de memoria el preámbulo de la Constitución Argentina, o porque finalmente descifró el enigma de los extraños dibujos de “El Principito” (algunos saben de qué hablo). Nadie celebra haber entendido que el circuito sanguíneo corre solamente en un solo sentido, o que las huellas dactilares sean únicas para cada ser humano. Nadie hace fiesta porque finalmente entendió cómo es que flota un enorme barco cargado de contenedores, o cómo hace un avión para sostenerse en el aire. Nadie celebra saber que un albatros pasa toda su vida en el aire, regresando a tierra solamente para poner sus huevos.

Parece que nos enseñaron a festejar y celebrar solamente los finales, pero no las clases de cada día. Tenemos “carreras cortas” porque tal vez, pasarse 5 o 7 años estudiando “es un parto”. No celebramos cuando entendemos el teorema de Pitágoras; no celebramos cuando aprendemos a manejar un vehículo sino cuando finalmente obtenemos la licencia para conducir. Se celebra cuando llegamos a la cima, pero no mientras vamos escalando. Dice Jaime Barylko[1]:

 

El crecimiento de una persona es como el armado de un barco en un astillero. En las primeras etapas el futuro barco está colocado entre armazones y firmes estructuras; solo cuando ha sido terminado y puede zarpar se quita el andamiaje que guía y contiene su crecimiento. Sin esa estructura de sostén no hay construcción posible.

 

En fin…, nos estamos perdiendo la alegría y la bendición de festejar, de celebrar cada paso, cada escalón, cada peldaño de la escalera como dice Gustavo Bedrossian. Estamos perdiendo el disfrutar los procesos.

Frente a esto, es paradójico lo que la Biblia nos enseña. Vemos momentos en los que ciertas personas celebran haber encontrado simplemente “una moneda, una oveja, un hijo”. Frente a esta realidad, la Biblia SÍ nos enseña a celebrar el día a día, el escalón, el proceso. En nuestro pasaje de Marcos, vemos que Jesús queda solo luego de haber enseñado a la multitud. Son sus discípulos y unos pocos más, entonces se atreven a preguntarle por lo que no habían entendido, el significado de las parábolas. Entonces Jesús asombra a su grupo íntimo declarando que para ellos la enseñanza es diferente, privada, privilegiada… y entonces les revela un escalón más del proceso, pero no el todo.

 

«A ustedes se les permite entender el secreto/misterio del reino de Dios; pero utilizo parábolas para hablarles a los de afuera, (v.11)

 

Entre otras enseñanzas que comparte con los suyos, les transmite un principio fundamental del Reino de Dios. Podríamos explicar con claridad por qué una semilla crece…, pero hemos perdido la capacidad de asombrarnos y de celebrar frente a eso. Podemos explicar cómo es que un alumno aprueba sus materias, sus TP’s… pero, tal vez, hemos perdido la capacidad de asombrarnos con sus cambios logrados.

Jesús explica en la intimidad que en el Reino de su Padre sucede lo mismo. Se crece, se avanza, se suben escalones. O sea que también se dan los procesos de crecimiento. Una vez que la información, los contenidos y conceptos se incorporan a la vida, deben comenzar a usarse demostrando que esto le sirve al alumno para responder a las situaciones cotidianas. Hoy, el evangelio o la vida cristiana parece ser una actividad más de nuestra agenda: domingo culto, miércoles reunión de oración, jueves encuentro de damas, sábado encuentro de jóvenes. Sin lugar a dudas y en términos generales, hemos reducido nuestra “vida nueva” a una agenda semanal. Necesitamos revertir urgentemente esta situación. Nos está arruinando.

Esta parábola nos anima a caminar un proceso y celebrarlo como tal. Nos anima a no estancarnos; a hacer, pero también a dejarnos hacer. Nos desafía a “ajustarnos” y a hacer cambios que provoquen y den lugar al cambio siguiente.

En esta propuesta de celebrar y festejar los procesos, quisiera proponer en base a la Parábola del Crecimiento de la Semilla, tres (3) momentos de celebración (o festejo) relacionados al proceso de crecimiento de un hijo de Dios. Y tal vez, en esta ocasión, con un estudiante aventurero que ha decidido sumergirse en el proceso de la educación teológica o de adoración.

 

1.   CELEBREMOS CUANDO SEAMOS COMO BROTES, COMO TALLOS

Primero brota el tallo (v.28a)

Era realmente una fiesta cuando hacíamos la experiencia de la germinación en la escuela primaria. Un frasco, un papel secante, un poco de arena o algodón, y un poroto o una lenteja. Y cuando esa semilla “reventaba”, la raíz seguía su camino y el tallo comenzaba el suyo. Hoy la manipulación genética ha dado como resultado una semilla más fuerte, aguantadora y con mayor rinde. Pero no ha logrado, ni va a poder, saltar este paso. Sí o sí ese brote, ese tallo, es necesario. En el ADN de la semilla siempre estará el inevitable escalón del tallo.

Lo mismo sucede en la vida del creyente. Un hijo de Dios no puede saltarse, ni esquivar ser primero brote o tallo para llegar a sostener a otros y ser un canal de bendición. Pero será necesario que sufra los avatares provocados por la tierra y el agua. Sin estos dos santos “tormentos”, no podrá morir como semilla.

En toda escuela, instituto, universidad o seminario, además de programas, administrativos y profesores/maestros… hay alumnos. La presencia de ellos es transformadora, con ellos el desafío comienza. Pero, ¿cuándo comenzó a usarse la expresión "alumno"?, ¿qué características tiene? La idea de alumno tal como se entiende en la actualidad es fundamentalmente producto del período que se conoce como modernidad, iniciada alrededor del siglo XVI. Con anterioridad a esta expresión, se hablaba de "discípulos" o "aprendices", sin distinción por edades, y cada uno de ellos se relacionaban de manera individual con un maestro. Por lo tanto, ese discípulo es un brote que hay que cuidar. Por eso, haríamos bien en recuperar la palabra “discípulo” para que aumente la responsabilidad relacional con su maestro. Jesús no tuvo ni tiene alumnos, solo tiene discípulos.

 

2.   CELEBREMOS CUANDO SEAMOS COMO ESPIGAS

…luego se forman las espigas de trigo (v.28b)

Tenemos que reconocer que la espiga tiene una tarea tremenda. Debe ser fuerte porque tendrá que resistir las inclemencias del tiempo, del viento, la lluvia. La espiga no tiene otra función sino la de ser un canal nutritivo y a la vez “sostener” el grano que se desarrollará en ella (45-50 granos x espiga). Como siempre, el rendimiento estará en relación directa con los fertilizantes. Pero, ¿cómo se fortalece el discípulo, aprendiz o alumno que ha pasado al estadío de espiga? Al respecto también dice Barylko[2]:

 

Sin dolores de parto no hay nacimiento, y esto se aplica a las personas, las obras, los valores, la educación. La escuela no es diversión. El aprendizaje termina siendo placer, pero en el comienzo es martirio, porfía.

 

Pero en el caso de un creyente, de un discípulo, un alumno, hay que celebrar el tiempo de ser espigas. Esto quiere decir que hemos avanzado, que hemos muerto a nosotros mismos para pasar a otro momento de relación con Dios. Ahora pasamos a ser sostén para otros, pero con buen cimiento. Si queremos fructificar, no podemos dejar de ser espigas.

 

3.   CELEBREMOS CUANDO SEAMOS COMO GRANOS

Y cuando el grano está maduro, lo cosechan pues su tiempo ha llegado (v.29)

Llegamos al final, por lo menos de este ciclo. De alguna manera sería como el producto terminado. Ahora el grano se procesará para que sea utilizado en beneficio de otros: este es el costo del proceso. En el Reino de Dios cada uno tiene un tiempo de crecimiento que no se puede alterar. Muchos quieren ser grano sin pasar o sufrir un tiempo sembrados en la tierra para ser “atacados” por ella y asistido por el agua para morir como semilla. La palabra “studio” en latín significa perseverancia, trabajo, dedicación. ¿Quién dijo que estudiar era divertido? Una educación sin exigencias no es educación dice Barylko. Educar significa transmitir valores y que las personas cambien. Muchos quieren ser grano sin recibir la bendición de ser espigas para otros. Les cuesta, o no quieren serlo. Creen que su única función en el Reino es ser grano. ¡¡Pero ojo!! Para ser harina, también hay que desaparecer como grano.

Finalmente, en la parábola del crecimiento de la semilla vemos la importancia que Jesús le da a cada escalón, a cada estadío. Algunos creen que fueron creados para el estrellato, para ser vistos. Que tienen ministerios propios y tienen autoridad para ciertas cosas. Es una pena que algunos crean que son solamente grano. Festejemos/celebremos cada escalón, pero sigamos creciendo sin quedarnos en el festejo.

En el Reino de Dios no nos recibimos nunca, siempre seremos discípulos, aprendices. Dicho de otra manera, y aunque suene muy duro al oído, tenemos que decir con claridad que ser cristiano, ser un hijo de Dios, es “una ardua y trabajosa tarea”, es difícil. Tal vez no convenga expresarlo de esta forma, pero Jesús no estaba en esos menesteres de licuar el mensaje para conservar el auditorio. Siempre habló con claridad y se adelantó a decir que muchos lo abandonarían, que dejarían el “camino del discípulo” y se volverían atrás. Y cuando esto pasó, no los fue a buscar pidiéndoles perdón por lo que había dicho.

Pero al Apóstol Pablo le pasó lo mismo: “Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. […] Alejandro el calderero me ha causado muchos males (…) en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras. […] En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon (…)”. El Apóstol Juan batalla con los mismos inconvenientes: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe.”

En la parábola de los dos cimientos dice que ambos constructores escucharon el cómo hacerlo, cómo construir, cómo edificar, cómo aprender. La Palabra de vida se les comunicó a los dos, los materiales estuvieron dispuestos para los dos. Solamente uno decidió ajustarse por algún tiempo y renunciar a algunos gustos para poder tener su casa. El otro optó por el camino fácil, rápido, sin mucha inversión. Finalmente, la destrucción llegó a su puerta.

Solemos asociar las lluvias, los vientos, las inundaciones (en este pasaje) a los problemas y pruebas que llegan a nuestra vida en ciertos momentos. Pero lo cierto es que hay momentos en los que aún la misma Palabra de Dios llega como un huracán que envuelve nuestra vida, como una tormenta sobre nuestra familia, como un viento arrasador sobre nuestro trabajo, o como un fuego consumidor que ataca nuestro corazón.

Para todos aquellos que construyeron sobre la Roca, sobre Cristo, será alimento para el alma, como agua para su sed. Y pedirán más, ¡querrán más de Él! Pero para todos aquellos que optaron por construir con un evangelio económico, aún la Palabra de Dios expuesta en forma pura será un vendaval que arrasará con lo poco o mucho que pudo construir/edificar según su criterio. Es triste, es muy lamentable encontrarnos con ese tipo de situaciones, de personas que han decidido construir con material barato, material no confiable. Jesús termina su sermón allí en el monte con este claro desafío de construcción. Fue una reunión larga, un mensaje largo, pero nadie se movió.

 

Como para ir terminando…

La historia del encuentro de Felipe con aquel funcionario etíope es fascinante por donde se la mire. Es un encuentro tan fugaz como sabroso, tan intenso como productivo, y tan transformador que terminará siendo un antes y un después en la vida de estos hombres. Es el encuentro de un corazón deseoso de servir, con un corazón dispuesto a ser atendido por Dios. No sabemos cuánto duró ese encuentro, solo sabemos que fue lo suficientemente largo/duradero como para que el Espíritu Santo obrara en una persona que lo necesitaba. Pero ¿Por qué Dios mueve las piezas de esta manera? ¿Acaso no había éxito en Samaria? Deberíamos haber gritado: “Dios… ¡no retires a Felipe de Samaria! ¡Es una pieza fundamental!” ¿Por qué movilizarlo casi 70km hasta el desierto para encontrarse con un desconocido?

El ángel viene con indicaciones claras para Felipe. Le dice que se “prepare para un tiempo de desierto”. Los alumnos/aprendices/discípulos que ya están en el Seminario y los que ingresan este año también se enfrentan con las mismas indicaciones. Prepárense... No solo para incorporar conocimientos e información… prepárense para ser sacudidos, movilizados por Dios, prepárense para ser triturados por el Espíritu Santo. Así como Felipe, aquel funcionario etíope se asombra de encontrar en medio del desierto a esta persona. Viene leyendo el rollo de Isaías. Y la conversación se inicia con una pregunta: ¿Entendés lo que estás leyendo? La respuesta de aquel hombre conmueve por lo sincero de la expresión: No entiendo. Claramente pide que le expliquen.

HOY, estamos llenos de interpretaciones personales, nos hemos transformado en nuestros propios instructores de la vida y de la Palabra de Dios. Vamos por la vida creyendo no necesitar nada porque nos hemos recibido de “todólogos”. Tal vez la iglesia esté caminando por el mismo desierto del etíope sin darse cuenta que tal vez lee, interpreta, habla, hace y opina “sin entender”.

Necesitamos urgentemente sentarnos a los pies del Maestro para que nos explique nuevamente esas cosas que nos cuestan; para que nos reinterprete aquello que hemos interpretado para nuestro beneficio.

Termino este “discurso” con tres breves e importantes reflexiones:

  1. Tanto en la parábola del crecimiento de la semilla como en el encuentro de Felipe con el oficial etíope vemos la importancia de la OBEDIENCIA. La semilla obedeció y murió; y Felipe no se negó a ir hacia donde el Señor le indicaba. Compromiso sin acción es “indiferencia”, fe sin compromiso es religión.
  2. Volvamos a recuperar el valor que tiene la SINCERIDAD en un proceso de enseñanza-aprendizaje. Nos subyuga la sinceridad de aquel funcionario: “no entiendo”… ¿Alguien puede explicármelo?
  3. No dejemos de recordarnos la importancia que tiene “UNO SOLO” en el Reino de Dios. Es la importancia del individuo, no de la individualidad.

En la misma línea de pensamiento del Apóstol Pablo nos encontramos con esta misma preocupación.

La noche ya casi llega a su fin; el día de la salvación amanecerá pronto. Por eso, dejen de lado sus actos oscuros como si se quitaran ropa sucia, y pónganse la armadura resplandeciente de la vida recta. Ya que nosotros pertenecemos al día, vivamos con decencia a la vista de todos. No participen de la oscuridad (…)

Más bien, vístanse con la presencia del Señor Jesucristo.

Carta a los Romanos, Cap.13:12-14


Nosotros debemos plantearnos la misma preocupación… ¿Qué queremos ser? ¿Qué es lo que queremos hacer? ¿Qué desafío asumiremos? ¿Qué compromiso tomaremos? ¿Hasta dónde queremos llegar? ¿Qué vamos a hacer?

 

Ptor. Roberto R. Góngora



[1] Jaime Barylko. Educar en valores. Exigencia y alas (Buenos Aires, Ameghino Editora, S.A.), 62.

[2] Ibid., 25.

martes, 15 de marzo de 2022

Extraños Planes

Pues yo sé los planes que tengo para ustedes -dice el Señor-. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza.

Jeremías 29:11 - NTV

Si estuviésemos cautivos en algún lugar lejano, o si estuviésemos presos o privados de nuestra libertad; y de pronto nos llega una carta de nuestro abogado, ¿Qué esperaríamos que dijera? Con seguridad esperaríamos que dijera que en breve saldríamos en libertad. Pero NO, esta carta la escribe Dios y en ella nos comunica que seguiremos cautivos, que seguiremos presos, en esclavitud. Y encima nos aclara que esta situación se extenderá por mucho tiempo más, unos… 70 años. No habrá posibilidad de salir de esta situación en lo inmediato.

Imagino a toda aquella “multitud de expertos": “[…] los ancianos, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los que el rey Nabucodonosor había desterrado a Babilonia. […] el rey Joaquín, la reina madre, los funcionarios de la corte, los demás funcionarios de Judá y todos los artífices y los artesanos…” (Vv.1,2) lamentándose, quejándose, tal vez reclamando sus derechos, no solo por la situación de destierro sino por lo “incomprensible” de la carta que acaban de recibir de Dios. ¡No puede ser que nos esté pidiendo esto…! Parece que Dios se nos escapa del molde.

En la carta que Elasa y Gemarías (v.3) llevan a los desterrados en Babilonia, Dios anticipa que esta cautividad será larga; así que: “Edifiquen casas y hagan planes para quedarse. Planten huertos y coman del fruto que produzcan. Cásense y tengan hijos. Luego encuentren esposos y esposas para ellos para que tengan muchos nietos. ¡Multiplíquense! ¡No disminuyan!” (Vv.5,6). El pedido de parte de Dios es claro: edifiquen, habiten, planten, coman, cásense, tengan familia, multiplíquense. Y como si esto fuera poco, “… trabajen por la paz y prosperidad de la ciudad donde los envié al destierro. Pidan al Señor por la ciudad, porque del bienestar de la ciudad dependerá el bienestar de ustedes” (v.7).

A esta altura de los acontecimientos, el pueblo no entiende nada. ¡Esto ya es demasiado! ¿Orar por el bienestar de la ciudad enemiga? ¿Trabajar para que el enemigo prospere? A Jonás le pasó lo mismo..., "andá a Nínive y predicá el mensaje", y se fue para otro lado.

“¡Amen a sus enemigos! Háganles bien. Presten sin esperar nada a cambio. Entonces su recompensa del cielo será grande, y se estarán comportando verdaderamente como hijos del Altísimo, pues él es bondadoso con los que son desagradecidos y perversos. Deben ser compasivos, así como su Padre es compasivo.”

Lucas 6:35,36 – NTV

Evidentemente, el punto de inflexión de esta carta es que Dios sabe algo que nosotros no sabemos. El ya conoce el final de una historia que todavía no hemos terminado de transitar, mientras tanto nosotros “sufrimos” el presente. La pregunta nos resulta prácticamente obligada: ¿Qué significa que Dios tenga un PLAN para vos, para mí, para nosotros?


1. Yo NO conozco Su plan

Pero de algo podemos estar seguros…, “siempre será lo mejor para nosotros”. Podremos escoger la ruta más corta o la que esté en mejores condiciones para mi viaje; pero no puedo escoger un plan diferente de Dios para mí. Lo que Él ya ha establecido para mí, no cambia. Podrá haber ajustes, pero no cambiará su plan.

Lo único que conocemos y tenemos asegurado es el final, el resultado: Dios garantiza bienestar (paz), tendremos “porvenir” y renacerá la “esperanza”.

 Rueguen por Babilonia, pues si la ciudad prospera, también ustedes prosperarán.

Jeremías 29:7b – TLA

Lo que no sabemos es por dónde nos llevará para alcanzar todo eso. La vida todos los días tiene lo suyo y debemos enfrentarlo. A veces se pone pesada, pensamos que no podemos seguir o que quedamos en el intento. Con seguridad, si supiésemos que tal cosa nos va a pasar en un determinado momento, intentaríamos evitarlo. Si Dios respondiese nuestras oraciones como nosotros queremos sería diferente… pero, ¿qué pasaría? Imaginemos a Dios contestando como nosotros queremos TODAS nuestras oraciones, sin lugar a dudas sería un caos. Lo mismo sucede cuando le damos todos los gustos (antojos) a nuestros hijos. Tarde o temprano se acostumbran a eso y no aceptan un NO por respuesta. Hay algunos creyentes que creen que Dios es una especie de Padre que tiene la obligación de contestar positivamente a todos nuestros conflictos.

Jamás estará en los planes de Dios malcriar a sus hijos con respuestas positivas… ¡Cuidado con los berrinches espirituales!

Yo no sé si Dios fue el que envió esta pandemia al mundo o si la envió Satanás… No quiero ni puedo aventurarme a ese tipo de conclusiones. Ninguno de nosotros sabía que esto iba a pasar, pero pasó. Muchos dijeron que acá no llegaría, pero llegó. Hemos tomado todos los recaudos para no contagiarnos, pero muchos se contagiaron igual. Otros declararon que: “Aunque caigan mil a tu lado, aunque mueran diez mil a tu alrededor, esos males no te tocarán. […] ningún mal te conquistará; ninguna plaga se acercará a tu hogar” (Salmo 91:7-10 – NTV), pero la peste y la plaga les llegó igual. Muchos perdieron familiares, compañeros de trabajo, amigos, etc.

Nadie sabía que esto iba a pasar.

Otra vez digo que no sé si Dios envió esta pandemia al mundo, esta peste, este virus. No sé si la vacuna será suficiente o habrá que agregar alguna otra cosa. Será suficiente con tapabocas, barbijos, máscaras, gafas de protección… O podríamos instalarnos dentro de una gran bolsa de consorcio y salir… ¿Qué más tenemos que hacer? Cuando nos digan que ya está, que ya no es necesario todo esto, ¿volveremos a saludarnos con un beso y con un abrazo? No lo sé… Costará…

2. Dios sí sabe el por qué

Nosotros sólo sabemos algunas cosas, pero Dios lo sabe todo. Él sí sabe por qué llegó este tiempo a la humanidad y también sabe el para qué. Es una paradoja, pero dijimos que luego de esta pandemia la humanidad sería diferente, que pensaríamos distinto, que ahora nos respetaríamos, que el mundo ya no sería el mismo… y llegó la guerra (mepa que no entendimos nada) entre los de "un lado" y los "del otro", entre el este y el oeste…

Según mi opinión…, podríamos decir que esta especie de “cautividad babilónica” es una invitación de Dios a un nuevo encuentro, un nuevo tiempo, una nueva relación, una nueva oportunidad, una nueva manera de ver las cosas. Así como la invitación de Dios a aquellos cautivos tiene que ver con un pedido a mirar y vivir diferente en medio de la esclavitud en Babilonia; lo mismo tiene que ver con nosotros. También vivimos en medio de una sociedad/sistema que nos mantiene cautivos, presos, atrapados. Pero Dios nos invita a mirar diferente lo que sucede a nuestro alrededor. Realmente necesitamos…


a) Una nueva mirada sobre los sucesos. “Yo sé los planes que tengo para ustedes—dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza” (V.11 - NTV). nada de lo que nos pasa y viene de parte de Dios, tiene el propósito de arruinarnos la vida, de destrozarnos. Nuestra fe está siendo probada con fuego (con virus, con guerras, con información). Tal vez sea un tiempo en el que el Señor esté buscando los “verdaderos adoradores” de Juan 4. No está buscando los mejores cantantes, ni las mejores bandas, ni los mejores conciertos o recitales. Definitivamente busca los verdaderos adoradores e intercesores que ocupen su lugar en la brecha (Ezequiel 22:30), y tal vez siga sin hallarlos.

Hablamos de “interceder”, pero tal vez no tengamos idea de lo que significa; hablamos de “orar”, pero nuestras reuniones de oración son las de menor asistencia; hablamos de “adorar”, pero lo único que hacemos es cantar canciones. Mientras tanto, Dios sigue buscando… busca inconversos para que escuchen el mensaje; busca un hijo suyo que ore, que interceda y que anuncie; busca una iglesia que ilumine “Babilonia” (la ciudad en la que estamos). ¿Por qué? Porque la hora viene y ahora es.

b) Una nueva mirada sobre Dios. "Cuando ustedes me busquen, me encontrarán, siempre y cuando me busquen de todo corazón. Estaré con ustedes y pondré fin a su condición de esclavos. Los reuniré de todas las naciones por donde los haya dispersado, y los haré volver a Jerusalén. Les juro que así lo haré” (Vv.13,14 - TLA). Se nos hace indispensable dejar de ver a Dios como alguien que está a nuestro servicio. Necesitamos dejar de verlo como una especie de Papá Noel que nos deja sus regalitos a fin de año. Necesitamos dejar de verlo como una especie de buzón de pedidos en el que depositamos nuestras calamidades esperando tener suerte que conteste favorablemente. Necesitamos dejar de ver a Dios como una persona a la que hay alegrar, a la que hay que sacarle una sonrisa y arrebatarle una bendición. ¿Dónde está escrito todo esto?

Agradar a Dios no es cuestión solo de actos sino de VIDA. "Enoc vivió trescientos sesenta y cinco años andando en íntima comunión con Dios. Y un día desapareció, porque Dios se lo llevó". Génesis 5:23,24 - NTV

Es imprescindible, casi urgente, volver a Dios como “restaurador”. Dios NO es el chapista de nuestra vida, es Aquel que restaura vidas. El restaurador es un artesano, quiere lograr algo de esa pieza que tiene en sus manos, anhela llegar al original, tiene un proyecto, no quiere tapar nada. Quiere sacar todo a la luz, dejar todo al descubierto para comenzar de nuevo. Desea imprimir Su imagen en nosotros.

En esta carta a los cautivos en Babilonia, Dios se presenta como Aquel que no juega a las “escondidas” sino que se deja hallar; y como Aquel que quiere “restaurar” a su pueblo de su condición de esclavitud. Dios como artesano restaurador quiere ir hasta el fondo con cada uno de nosotros, con su Iglesia. Quiere ir sacando de nosotros todas esas capas de “malas costumbres”, de pinturas mentirosas que se acumularon sobre nosotros. Porque YA es tiempo y AHORA es…

Entonces, para concluir, ¿Qué es el plan de Dios?

  • Es ese “camino” por el que Dios nos ha guiado hasta el día de hoy. Agradable a veces, tortuoso y sinuoso otras, rápido y lento al mismo tiempo.
  • Es la "suma de" todo lo que nos ha sucedido. Logros, pruebas, circunstancias, enfermedades; todo ha redundado en bendición para sus hijos.
  • Es también ese año "2020". Algunos dicen: “es un año para olvidar”. Pero yo diría que no lo olvidemos; que lo recordemos como el año en el que tuvimos que tomar decisiones fuertes, reinventarnos, cambiar.
  • Es todo lo que no sé de mi vida pero que es "perfectamente conocido" por Dios

 

Yo soy el Señor, no hay otro Dios. Te he preparado para la batalla, aunque tú ni siquiera me conoces, para que el mundo entero, desde el oriente hasta el occidente, sepa que no hay otro Dios. Yo soy el Señor, y no hay otro. Yo formo la luz y creo las tinieblas; yo envío los buenos tiempos y los malos. Yo, el Señor, soy el que hace estas cosas.

Isaías 45:5-7 - NTV

lunes, 4 de enero de 2021

David y Goliat, una lucha eterna

En el 1er libro de Samuel capítulo 17, se narra la historia del enfrentamiento entre David y Goliat..., apasionante desde donde se la mire.

Es el intento de una batalla que solamente queda en la provocación. Es la historia de dos paladines, de dos campeones, de dos hombres. Es la historia de dos formas de pensar, de dos mentes diferentes. Es la historia de dos armas: una lanza de 7 kilos de peso y una honda con 5 piedras. Es la historia de una batalla de convicciones diferentes: la destrucción por la destrucción misma versus la confianza en Dios. Es la historia de dos hombres: por un lado, uno de 3mts de alto; y por el otro, un muchachito adolescente, menudo. Es la historia de dos reyes: uno tiene al guerrero más intimidante en sus filas y el otro, todavía no conoce al “guerrero” que tiene en sus propias filas.

Todos aquellos que nos hemos criado estudiando la Biblia y nos hemos formado en las escuelas bíblicas, conocemos esta historia. La hemos pintado en nuestras clases, la hemos escuchado de nuestros maestros, nuestros pastores, y la hemos leído en innumerables devocionales. Pero tengo temor que tal vez haya quedado solamente ahí. Como aquel relato fantástico de una "batalla épica entre dos colosos de la mitología".

Según mi opinión…, la historia de estos dos hombres habla a los gritos de quiénes somos nosotros. La mayor parte del capítulo relata los diálogos, los argumentos, los momentos que se viven en el campamento de Israel. Son relatos muy pintorescos sobre los ánimos de las personas. Sin embargo, la muerte de Goliat y la derrota del ejército filisteo lleva solamente un par de versículos.

Finalmente, es la eterna lucha entre dos fortalezas. Es la eterna lucha entre dos hombres que quieren ganar. Es la eterna lucha nuestra de cada día…, es la historia tuya y mía. Toda la vida nos la pasamos luchando. Luchamos contra situaciones, contra enfermedades, contra sistemas, luchamos en el trabajo, en el negocio, en los estudios, etc. Hay veces que somos como David: llenos de convicción, llenos de amor a Dios, de confianza y de fortaleza. Hay veces que somos como Goliat: gigantes armados hasta los dientes, llenos de arrogancia, brabucones confiados solo en la “altura” que se llevan el mundo por delante. Hay veces que somos como David: confiados en un Dios que pelea nuestras batallas; otras veces somos como Goliat luchando contra Dios.

El relato de los sucesos históricos es muy vívido, pero corremos el riesgo de seguir viéndolo como una “hojita” para pintar o dejar que el relato pinte nuestra vida. Pero esta confrontación no es un hecho suelto en la historia; de alguna manera es la consecuencia de hechos anteriores, tal como sucede en nuestra propia vida. Nada es al azar, todo tiene un propósito y una consecuencia. Contemplar la historia de la batalla entre David y Goliat como un hecho sin contexto, nos haría perder de vista lo apasionante y triste de la situación que desencadena esta batalla particular.


La “recompensa” de Saúl

El rey ha ofrecido una enorme recompensa a cualquiera que lo mate. ¡A ese hombre le dará una de sus hijas como esposa y toda su familia quedará exonerada de pagar impuestos! (v.25)


Aquí vemos la historia de la cobardía de Saúl, pero también del cumplimiento de lo que Dios ya había decretado sobre su reinado… «Lamento haber hecho a Saúl rey, porque no me ha sido leal y se ha negado a obedecer mi mandato» Y el Señor se lamentó de haber hecho a Saúl rey de Israel. (1 Samuel 15:11, 35). Son palabras muy duras y aún tristes desde el corazón de Dios, le pesa el reinado de Saúl. Esta es la historia de un Rey que es pura imagen, que nunca estuvo en el corazón de Dios; sin embargo, lo ungió como Rey y permitió su reinado. También es la historia de un Rey que debe salir a la guerra contra Amalec y aniquilarlo por completo sin que quede nada con vida (tal como en Jericó); sin embargo, permitió que sus soldados se quedaran con lo mejor del ganado argumentando que eran para ofrecerlos como “holocausto” a Jehová.


ERROR: no podemos “evangelizar” nuestras equivocaciones, pretendiendo transformar en holocausto el anatema. Dios mismo define qué es un holocausto, qué es una ofrenda y qué es un sacrificio.


No podemos nosotros destinar “una parte” de nuestra vida o “una parte” de nuestros bienes. TODO es de ÉL, NADA es nuestro. El desgaste espiritual de Saúl es por demás evidente y arrastra a todo el pueblo y a todo el ejército a la misma situación. No tiene mejor idea que establecer una recompensa para aquel que derrote al gigante Goliat. ¿Hay algo más triste que esto?

Según mi opinión…, Hay momentos en los que esperamos que otros se encarguen de nuestros problemas, que lo resuelvan ellos por nosotros. Parece que nos cuesta hacernos cargo de ellos. Preferimos que otros “lo maten” por nosotros. Cuando nuestra vida es solo imagen nunca fructificará y será un peso extra sostenerla. El relato nos muestra a un Saúl ya acabado y a un David que ya había sido ungido como futuro Rey sobre Israel. “Al estar David de pie entre sus hermanos, Samuel tomó el frasco de aceite de oliva que había traído y ungió a David con el aceite. "Y el Espíritu del Señor vino con gran poder sobre David a partir de ese día. Luego Samuel regresó a Ramá.”  (16:13 NTV)


La “convicción” de David

—No se preocupe por este filisteo —le dijo David a Saúl—. ¡Yo iré a pelear contra él! (v.32)


¿Qué es lo que sostiene a los hijos de Dios en medio de las batallas de la vida? Sus convicciones…, sin lugar a dudas. Evidentemente, David tiene un conocimiento bien profundo de Aquel a quien está sirviendo; y por lo tanto, tiene una clara convicción de que algo estaba muy mal en todo esto: “¿Qué recibirá el hombre que mate al filisteo y ponga fin a su desafío contra Israel? Y a fin de cuentas, ¿quién es este filisteo pagano, al que se le permite desafiar a los ejércitos del Dios viviente?”. La preocupación de David no está centrada en el problema (Goliat) sino en su clara convicción del lugar al que pertenece y el Dios al que sirve… SIRVE A DIOS Y ES PARTE DEL PUEBLO DE DIOS.

No somos “llaneros solitarios” del evangelio que andamos como mercenarios espirituales dando vueltas por batallas ajenas. ¡Esta es la batalla de David! NO está peleando la batalla que debería pelear Saúl. NO es un cazarrecompensas. NO está yendo detrás de la hija del Rey para emparentar con una familia real (y salvarse para el resto de la cosecha). NO le interesa el dinero ni el oro del Rey; o una cuenta de banco que le de tranquilidad económica. NO está buscando exención de impuestos para no tener que tributar… ¿Cuántas veces vamos detrás de estas cosas?

Según mi opinión…, David sabe a quién pertenece y quién sostiene su vida. No permitamos el menosprecio ni que nuestro corazón desmaye. Actuemos con decisión.

También podríamos decir que esta es una historia de gigantes. De gigantes que no están en las mismas filas, pero cada uno de ellos es un paladín en lo suyo. Lamentablemente luchan en ejércitos diferentes y cada uno persigue intereses diferentes. En los versículos 48 al 51 vemos el final de este encuentro de titanes: “Cuando Goliat se acercó para atacarlo, David fue corriendo para enfrentarse con él. Metió la mano en su bolsa de pastor, sacó una piedra, la lanzó con su honda y golpeó al filisteo en la frente. La piedra se le incrustó allí y Goliat se tambaleó y cayó de cara al suelo. Así David triunfó sobre el filisteo con solo una honda y una piedra, porque no tenía espada. Después David corrió y sacó de su vaina la espada de Goliat y la usó para matarlo y cortarle la cabeza.” Pero surge una pregunta: ¿Quién es quién en esta batalla? Los personajes son muchos y diverso; pero quisiera prestar atención (en forma de pregunta) a tres de ellos.


¿Quién es este filisteo?

Y a fin de cuentas, ¿quién es este filisteo pagano, al que se le permite desafiar a los ejércitos del Dios viviente? (v.26)


Según algunos estudios su nombre significa “el que anda peregrinando” (tal vez un mercenario al servicio del ejército filisteo). Es el acusador, el que asusta, el que quiere que no salgamos nunca de las filas para luchar y enfrentarlo. Es el que nos desprecia por nuestra apariencia, por nuestro interior, por nuestro culto. Es el que nos maldice usando o invocando a sus dioses. Es el que se ríe de nuestras armas; es el que está al servicio de otro, de otro rey. Lo único que tiene es pura coraza, puro vocabulario y armas que asustan.

Según mi opinión…, hay veces en las que Goliat se infiltra en el ejército del Señor, entre los creyentes, los hijos de Dios y algún daño hace. Porque también Goliat es un “sistema de pensamiento”, es una manera de ser, de comportarse. Solemos pensar que Goliat son nuestros problemas; o que siempre está del otro lado y logra hacernos creer que esto es demasiado, que no voy a salir, que cuesta mucho, que esto me está matando… que la iglesia… que el encierro… que esta pandemia… Y así, este Goliat infiltrado logra ganar algunas batallas.


¿Quién es Eliab?

Pero cuando Eliab, el hermano mayor de David, lo oyó hablar con los hombres, se enojó. […] Conozco tu orgullo y tu engaño. ¡Solo quieres ver la batalla! (v.28)


Casi sin querer, hemos dejado a un lado este personaje. En el corazón de David no solo está la preocupación por el ejército acobardado, por el Rey Saúl escondido, por este Goliat incircunciso; sino que también tiene que enfrentar/soportar los ataques su hermano Eliab. Es el hermano mayor de David, es el primero a quien Samuel quiso ungir como futuro Rey (por su apariencia). Es un soldado junto con sus otros dos hermanos, Abinadab y Sama. Pero Eliab está lleno de celos por David. Cree que siempre hace estas cosas para humillarlo frente a sus otros hermanos. Cuando lo ve en el campamento se enoja, se descoloca, acusándolo de arrogante, de tener un corazón lleno de maldad y que vino al campo de batalla para ver cómo Israel es derrotado en las manos de los filisteos.

Pero los “Eliab” también pueden llegar a ser infiltrados en el ejército del Señor. Muchos creyentes desanimados, poco espirituales, creen que todo está en su contra. Que lo que los demás hacen es para complicarles la vida. Los “Eliab” son aquellos que ponen palos en la rueda constantemente para no avanzar. Son aquellos que malinterpretan siempre otros comentarios y retuercen los argumentos para quedar siempre como víctimas de la situación. Los “Eliab” siempre están inventando cosas sobre nosotros mismos. Atacarán nuestro espíritu y nuestra relación con Dios.


Finalmente, el “espíritu de Eliab” siempre buscará evadir la responsabilidad y tirarle la pelota a otro.


¿Quién es David?

[…] ¡porque ha desafiado a los ejércitos del Dios viviente! ¡El mismo Señor que me rescató de las garras del león y del oso me rescatará de este filisteo! (v.36,37)


No es un arrogante, ni un exagerado, ni un agrandado como su hermano pretende hacerlo ver..., de ninguna manera. Tal vez si nos dejamos llevar por lo “colorido” del relato veríamos a un David invencible, ganador, una especie de “terminator” de osos y leones que pretenden comerse las ovejas de su padre.

David es un valiente guerrero del ejército de Dios; es un pastor de ovejas, pero está atento a lo que sucede a su alrededor. No es un agrandado, sino un temeroso de Dios, valiente, atrevido, osado. Tiene una clara convicción de su lugar. Sabe que todavía no es su tiempo de liderar el ejército del Señor ni de reinar sobre Israel, pero ya está sentando un precedente. David es esa persona que se preocupa por los demás y no puede creer que los soldados se dejen menospreciar de esa manera. Hay algunas cuestiones básicas que David sabe y que le pueden dar la victoria en esta y todas las batallas.


1. Usar la armadura que Dios propone

Saúl le dio a David su propia armadura: un casco de bronce y una cota de malla. David se los puso, se ciñó la espada y probó dar unos pasos porque nunca antes se había vestido con algo semejante. (v.38, 39a)

Saúl creyó que poniéndole a David su armadura, lo iba a proteger de los ataques de Goliat. Pero, está claro que corremos serios peligros cuando nos vestimos con una “armadura” que no nos corresponde. Por más que intentemos no se puede, debemos buscar la armadura del Reino. Por eso David buscó y se puso la “armadura” con la que estaba acostumbrado a andar: cayado, honda, mochila, piedras. Esas cinco piedras tenían características especiales. Eran lisas, trabajadas por el arroyo, oportunas, listas para ser usadas y con un solo propósito. Tal vez podríamos decir que esas cinco piedras nos hablan de paciencia, fe, confianza, consistencia y perseverancia.


2. Actuar con decisión

Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo contra ti en nombre del Señor de los Ejércitos Celestiales, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien tú has desafiado. (v.46)

Las decisiones no solo tienen que ver con lo que ya hemos hecho sino con las acciones que voy a tomar. David no se hizo el “guapo”, ni el “canchero”, ni en ningún momento subestimó a Goliat, pero desde el primer momento supo en qué lugar estaba cada uno. David sabía que estaba en el lugar que Dios quería. Sus armas eran diferentes. Goliat usó el desprecio contra David, pero David lo atacó con decisión y convicción.

Hagamos frente a cada situación con convicción. En el nombre de Jehová de los Ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel.


3. Terminar lo que se comienza, no dejar las cosas a medio hacer

Después David corrió y sacó de su vaina la espada de Goliat y la usó para matarlo y cortarle la cabeza. (v.51)

Por más que Goliat ya estaba el suelo desmayado, muerto o medio muerto como consecuencia del piedrazo incrustado en su frente, David cumplió terminando lo que comenzó… “[…] y yo te mataré y te cortaré la cabeza.” Hay algunos que festejan sus victorias con los gigantes desmayados, moribundos, con los problemas a medio resolver, con solo una cuota paga.


Termino según mi opinión..., reconociendo que esta historia nos recuerda que los Goliat, los Eliab, los Saúl siempre van a estar dando vueltas por allí y tal vez, infiltrados entre nosotros. No debemos subestimarlos, sino enfrentarlos como corresponde. Debemos aprender a tener decisiones firmes y no ocasionales. Convicciones que modifiquen nuestra vida, nuestro vocabulario, nuestra manera de actuar. No seamos “guapos” del evangelio.

Debemos darle continuidad a las decisiones. Que no sean solamente expresiones dominicales sino busquemos constantemente la voluntad de Dios. “El Señor se deleita en los que le temen, en los que ponen su esperanza en su amor inagotable.” Salmo 147:11


Tengamos cuidado con las modas; no son para todos. David supo darse cuenta a tiempo que con esa armadura (la de Saúl) no podía andar, no era lo suyo. No porque le quedara grande sino porque su “armadura” era otra.


¡Dios te bendiga y buena jornada!



Roberto Raúl Góngora
Pastor – Licenciado en Teología