lunes, 4 de enero de 2021

David y Goliat, una lucha eterna

En el 1er libro de Samuel capítulo 17, se narra la historia del enfrentamiento entre David y Goliat..., apasionante desde donde se la mire.

Es el intento de una batalla que solamente queda en la provocación. Es la historia de dos paladines, de dos campeones, de dos hombres. Es la historia de dos formas de pensar, de dos mentes diferentes. Es la historia de dos armas: una lanza de 7 kilos de peso y una honda con 5 piedras. Es la historia de una batalla de convicciones diferentes: la destrucción por la destrucción misma versus la confianza en Dios. Es la historia de dos hombres: por un lado, uno de 3mts de alto; y por el otro, un muchachito adolescente, menudo. Es la historia de dos reyes: uno tiene al guerrero más intimidante en sus filas y el otro, todavía no conoce al “guerrero” que tiene en sus propias filas.

Todos aquellos que nos hemos criado estudiando la Biblia y nos hemos formado en las escuelas bíblicas, conocemos esta historia. La hemos pintado en nuestras clases, la hemos escuchado de nuestros maestros, nuestros pastores, y la hemos leído en innumerables devocionales. Pero tengo temor que tal vez haya quedado solamente ahí. Como aquel relato fantástico de una "batalla épica entre dos colosos de la mitología".

Según mi opinión…, la historia de estos dos hombres habla a los gritos de quiénes somos nosotros. La mayor parte del capítulo relata los diálogos, los argumentos, los momentos que se viven en el campamento de Israel. Son relatos muy pintorescos sobre los ánimos de las personas. Sin embargo, la muerte de Goliat y la derrota del ejército filisteo lleva solamente un par de versículos.

Finalmente, es la eterna lucha entre dos fortalezas. Es la eterna lucha entre dos hombres que quieren ganar. Es la eterna lucha nuestra de cada día…, es la historia tuya y mía. Toda la vida nos la pasamos luchando. Luchamos contra situaciones, contra enfermedades, contra sistemas, luchamos en el trabajo, en el negocio, en los estudios, etc. Hay veces que somos como David: llenos de convicción, llenos de amor a Dios, de confianza y de fortaleza. Hay veces que somos como Goliat: gigantes armados hasta los dientes, llenos de arrogancia, brabucones confiados solo en la “altura” que se llevan el mundo por delante. Hay veces que somos como David: confiados en un Dios que pelea nuestras batallas; otras veces somos como Goliat luchando contra Dios.

El relato de los sucesos históricos es muy vívido, pero corremos el riesgo de seguir viéndolo como una “hojita” para pintar o dejar que el relato pinte nuestra vida. Pero esta confrontación no es un hecho suelto en la historia; de alguna manera es la consecuencia de hechos anteriores, tal como sucede en nuestra propia vida. Nada es al azar, todo tiene un propósito y una consecuencia. Contemplar la historia de la batalla entre David y Goliat como un hecho sin contexto, nos haría perder de vista lo apasionante y triste de la situación que desencadena esta batalla particular.


La “recompensa” de Saúl

El rey ha ofrecido una enorme recompensa a cualquiera que lo mate. ¡A ese hombre le dará una de sus hijas como esposa y toda su familia quedará exonerada de pagar impuestos! (v.25)


Aquí vemos la historia de la cobardía de Saúl, pero también del cumplimiento de lo que Dios ya había decretado sobre su reinado… «Lamento haber hecho a Saúl rey, porque no me ha sido leal y se ha negado a obedecer mi mandato» Y el Señor se lamentó de haber hecho a Saúl rey de Israel. (1 Samuel 15:11, 35). Son palabras muy duras y aún tristes desde el corazón de Dios, le pesa el reinado de Saúl. Esta es la historia de un Rey que es pura imagen, que nunca estuvo en el corazón de Dios; sin embargo, lo ungió como Rey y permitió su reinado. También es la historia de un Rey que debe salir a la guerra contra Amalec y aniquilarlo por completo sin que quede nada con vida (tal como en Jericó); sin embargo, permitió que sus soldados se quedaran con lo mejor del ganado argumentando que eran para ofrecerlos como “holocausto” a Jehová.


ERROR: no podemos “evangelizar” nuestras equivocaciones, pretendiendo transformar en holocausto el anatema. Dios mismo define qué es un holocausto, qué es una ofrenda y qué es un sacrificio.


No podemos nosotros destinar “una parte” de nuestra vida o “una parte” de nuestros bienes. TODO es de ÉL, NADA es nuestro. El desgaste espiritual de Saúl es por demás evidente y arrastra a todo el pueblo y a todo el ejército a la misma situación. No tiene mejor idea que establecer una recompensa para aquel que derrote al gigante Goliat. ¿Hay algo más triste que esto?

Según mi opinión…, Hay momentos en los que esperamos que otros se encarguen de nuestros problemas, que lo resuelvan ellos por nosotros. Parece que nos cuesta hacernos cargo de ellos. Preferimos que otros “lo maten” por nosotros. Cuando nuestra vida es solo imagen nunca fructificará y será un peso extra sostenerla. El relato nos muestra a un Saúl ya acabado y a un David que ya había sido ungido como futuro Rey sobre Israel. “Al estar David de pie entre sus hermanos, Samuel tomó el frasco de aceite de oliva que había traído y ungió a David con el aceite. "Y el Espíritu del Señor vino con gran poder sobre David a partir de ese día. Luego Samuel regresó a Ramá.”  (16:13 NTV)


La “convicción” de David

—No se preocupe por este filisteo —le dijo David a Saúl—. ¡Yo iré a pelear contra él! (v.32)


¿Qué es lo que sostiene a los hijos de Dios en medio de las batallas de la vida? Sus convicciones…, sin lugar a dudas. Evidentemente, David tiene un conocimiento bien profundo de Aquel a quien está sirviendo; y por lo tanto, tiene una clara convicción de que algo estaba muy mal en todo esto: “¿Qué recibirá el hombre que mate al filisteo y ponga fin a su desafío contra Israel? Y a fin de cuentas, ¿quién es este filisteo pagano, al que se le permite desafiar a los ejércitos del Dios viviente?”. La preocupación de David no está centrada en el problema (Goliat) sino en su clara convicción del lugar al que pertenece y el Dios al que sirve… SIRVE A DIOS Y ES PARTE DEL PUEBLO DE DIOS.

No somos “llaneros solitarios” del evangelio que andamos como mercenarios espirituales dando vueltas por batallas ajenas. ¡Esta es la batalla de David! NO está peleando la batalla que debería pelear Saúl. NO es un cazarrecompensas. NO está yendo detrás de la hija del Rey para emparentar con una familia real (y salvarse para el resto de la cosecha). NO le interesa el dinero ni el oro del Rey; o una cuenta de banco que le de tranquilidad económica. NO está buscando exención de impuestos para no tener que tributar… ¿Cuántas veces vamos detrás de estas cosas?

Según mi opinión…, David sabe a quién pertenece y quién sostiene su vida. No permitamos el menosprecio ni que nuestro corazón desmaye. Actuemos con decisión.

También podríamos decir que esta es una historia de gigantes. De gigantes que no están en las mismas filas, pero cada uno de ellos es un paladín en lo suyo. Lamentablemente luchan en ejércitos diferentes y cada uno persigue intereses diferentes. En los versículos 48 al 51 vemos el final de este encuentro de titanes: “Cuando Goliat se acercó para atacarlo, David fue corriendo para enfrentarse con él. Metió la mano en su bolsa de pastor, sacó una piedra, la lanzó con su honda y golpeó al filisteo en la frente. La piedra se le incrustó allí y Goliat se tambaleó y cayó de cara al suelo. Así David triunfó sobre el filisteo con solo una honda y una piedra, porque no tenía espada. Después David corrió y sacó de su vaina la espada de Goliat y la usó para matarlo y cortarle la cabeza.” Pero surge una pregunta: ¿Quién es quién en esta batalla? Los personajes son muchos y diverso; pero quisiera prestar atención (en forma de pregunta) a tres de ellos.


¿Quién es este filisteo?

Y a fin de cuentas, ¿quién es este filisteo pagano, al que se le permite desafiar a los ejércitos del Dios viviente? (v.26)


Según algunos estudios su nombre significa “el que anda peregrinando” (tal vez un mercenario al servicio del ejército filisteo). Es el acusador, el que asusta, el que quiere que no salgamos nunca de las filas para luchar y enfrentarlo. Es el que nos desprecia por nuestra apariencia, por nuestro interior, por nuestro culto. Es el que nos maldice usando o invocando a sus dioses. Es el que se ríe de nuestras armas; es el que está al servicio de otro, de otro rey. Lo único que tiene es pura coraza, puro vocabulario y armas que asustan.

Según mi opinión…, hay veces en las que Goliat se infiltra en el ejército del Señor, entre los creyentes, los hijos de Dios y algún daño hace. Porque también Goliat es un “sistema de pensamiento”, es una manera de ser, de comportarse. Solemos pensar que Goliat son nuestros problemas; o que siempre está del otro lado y logra hacernos creer que esto es demasiado, que no voy a salir, que cuesta mucho, que esto me está matando… que la iglesia… que el encierro… que esta pandemia… Y así, este Goliat infiltrado logra ganar algunas batallas.


¿Quién es Eliab?

Pero cuando Eliab, el hermano mayor de David, lo oyó hablar con los hombres, se enojó. […] Conozco tu orgullo y tu engaño. ¡Solo quieres ver la batalla! (v.28)


Casi sin querer, hemos dejado a un lado este personaje. En el corazón de David no solo está la preocupación por el ejército acobardado, por el Rey Saúl escondido, por este Goliat incircunciso; sino que también tiene que enfrentar/soportar los ataques su hermano Eliab. Es el hermano mayor de David, es el primero a quien Samuel quiso ungir como futuro Rey (por su apariencia). Es un soldado junto con sus otros dos hermanos, Abinadab y Sama. Pero Eliab está lleno de celos por David. Cree que siempre hace estas cosas para humillarlo frente a sus otros hermanos. Cuando lo ve en el campamento se enoja, se descoloca, acusándolo de arrogante, de tener un corazón lleno de maldad y que vino al campo de batalla para ver cómo Israel es derrotado en las manos de los filisteos.

Pero los “Eliab” también pueden llegar a ser infiltrados en el ejército del Señor. Muchos creyentes desanimados, poco espirituales, creen que todo está en su contra. Que lo que los demás hacen es para complicarles la vida. Los “Eliab” son aquellos que ponen palos en la rueda constantemente para no avanzar. Son aquellos que malinterpretan siempre otros comentarios y retuercen los argumentos para quedar siempre como víctimas de la situación. Los “Eliab” siempre están inventando cosas sobre nosotros mismos. Atacarán nuestro espíritu y nuestra relación con Dios.


Finalmente, el “espíritu de Eliab” siempre buscará evadir la responsabilidad y tirarle la pelota a otro.


¿Quién es David?

[…] ¡porque ha desafiado a los ejércitos del Dios viviente! ¡El mismo Señor que me rescató de las garras del león y del oso me rescatará de este filisteo! (v.36,37)


No es un arrogante, ni un exagerado, ni un agrandado como su hermano pretende hacerlo ver..., de ninguna manera. Tal vez si nos dejamos llevar por lo “colorido” del relato veríamos a un David invencible, ganador, una especie de “terminator” de osos y leones que pretenden comerse las ovejas de su padre.

David es un valiente guerrero del ejército de Dios; es un pastor de ovejas, pero está atento a lo que sucede a su alrededor. No es un agrandado, sino un temeroso de Dios, valiente, atrevido, osado. Tiene una clara convicción de su lugar. Sabe que todavía no es su tiempo de liderar el ejército del Señor ni de reinar sobre Israel, pero ya está sentando un precedente. David es esa persona que se preocupa por los demás y no puede creer que los soldados se dejen menospreciar de esa manera. Hay algunas cuestiones básicas que David sabe y que le pueden dar la victoria en esta y todas las batallas.


1. Usar la armadura que Dios propone

Saúl le dio a David su propia armadura: un casco de bronce y una cota de malla. David se los puso, se ciñó la espada y probó dar unos pasos porque nunca antes se había vestido con algo semejante. (v.38, 39a)

Saúl creyó que poniéndole a David su armadura, lo iba a proteger de los ataques de Goliat. Pero, está claro que corremos serios peligros cuando nos vestimos con una “armadura” que no nos corresponde. Por más que intentemos no se puede, debemos buscar la armadura del Reino. Por eso David buscó y se puso la “armadura” con la que estaba acostumbrado a andar: cayado, honda, mochila, piedras. Esas cinco piedras tenían características especiales. Eran lisas, trabajadas por el arroyo, oportunas, listas para ser usadas y con un solo propósito. Tal vez podríamos decir que esas cinco piedras nos hablan de paciencia, fe, confianza, consistencia y perseverancia.


2. Actuar con decisión

Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo contra ti en nombre del Señor de los Ejércitos Celestiales, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien tú has desafiado. (v.46)

Las decisiones no solo tienen que ver con lo que ya hemos hecho sino con las acciones que voy a tomar. David no se hizo el “guapo”, ni el “canchero”, ni en ningún momento subestimó a Goliat, pero desde el primer momento supo en qué lugar estaba cada uno. David sabía que estaba en el lugar que Dios quería. Sus armas eran diferentes. Goliat usó el desprecio contra David, pero David lo atacó con decisión y convicción.

Hagamos frente a cada situación con convicción. En el nombre de Jehová de los Ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel.


3. Terminar lo que se comienza, no dejar las cosas a medio hacer

Después David corrió y sacó de su vaina la espada de Goliat y la usó para matarlo y cortarle la cabeza. (v.51)

Por más que Goliat ya estaba el suelo desmayado, muerto o medio muerto como consecuencia del piedrazo incrustado en su frente, David cumplió terminando lo que comenzó… “[…] y yo te mataré y te cortaré la cabeza.” Hay algunos que festejan sus victorias con los gigantes desmayados, moribundos, con los problemas a medio resolver, con solo una cuota paga.


Termino según mi opinión..., reconociendo que esta historia nos recuerda que los Goliat, los Eliab, los Saúl siempre van a estar dando vueltas por allí y tal vez, infiltrados entre nosotros. No debemos subestimarlos, sino enfrentarlos como corresponde. Debemos aprender a tener decisiones firmes y no ocasionales. Convicciones que modifiquen nuestra vida, nuestro vocabulario, nuestra manera de actuar. No seamos “guapos” del evangelio.

Debemos darle continuidad a las decisiones. Que no sean solamente expresiones dominicales sino busquemos constantemente la voluntad de Dios. “El Señor se deleita en los que le temen, en los que ponen su esperanza en su amor inagotable.” Salmo 147:11


Tengamos cuidado con las modas; no son para todos. David supo darse cuenta a tiempo que con esa armadura (la de Saúl) no podía andar, no era lo suyo. No porque le quedara grande sino porque su “armadura” era otra.


¡Dios te bendiga y buena jornada!



Roberto Raúl Góngora
Pastor – Licenciado en Teología