viernes, 28 de agosto de 2020

Una ardua y trabajosa tarea

 No todo el que me llama: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino del cielo. Solo entrarán aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. […] Todo el que escucha mi enseñanza y la sigue es sabio, […] Sin embargo, el que oye mi enseñanza y no la obedece es un necio,... Mateo 7:21-27 (NTV)

Deberíamos preguntarnos si hay posibilidades de edificar sin cimiento. A menos que Ud. haya decidido armar una carpa para pasar unos días de camping; cualquier tipo de construcción necesita un cimiento, alguna base dónde apoyarse.

Aquí vemos un gran final al sermón de Jesús en el monte. Con seguridad, aquel auditorio era grande (había ido mucha gente al culto ese día), y Jesús no está dispuesto a terminar así nomás. No tiene ninguna intención de decir: ¡Que Dios les bendiga, nos vemos el próximo domingo! Tiene claro que necesita terminar con un desafío personal “bien arriba”.

Según mi opinión…, Jesús tampoco tiene intención de dejar conforme a la gente que lo está escuchando…, no es de los que deja tranquilo al auditorio para que no se ofendan. Sabe que no está vendiendo un producto, no le interesa para nada que algunos crean que esto es lo más parecido a la sociedad de un club. Jesús está en otra dimensión, en otro carril, en otra propuesta, otra escuela, tiene otra intención, otro mensaje. Y la verdad es que este tipo de mensaje “duro” no conviene, ahuyenta a la gente. Pero a Jesús no le interesa. Sin embargo, más adelante, sí se le irá la gente… Así que Jesús termina su sermón presentando dos grandes verdades para poder crecer y desarrollarse en el Reino de Dios.

La PRIMERA VERDAD tiene que ver con el liderazgo, con los que “hacen”

No se trata de lo que uno dice que hizo (o hace) para el Señor, sino de lo que Dios dice que hiciste y cómo lo hiciste. “¡Señor, Señor! Profetizamos en tu nombre, expulsamos demonios en tu nombre e hicimos muchos milagros en tu nombre” (v.22)

Para ser claros y honestos, hay veces en que algunos buscan el reconocimiento de la gente a través de lo que hacen -como los fariseos “ayunadores” del tiempo de Jesús-. Una especie de nivel de carteles, de marquesinas, de luces, de plataformas, de fotos. Si eso es lo que se busca, seguramente se consigue.

Algo muy diferente es lo que Dios dice acerca de todo eso. Parece muy fuerte, pero el texto nos dice que “en aquel día” (juicio final), Dios reaccionará de manera muy clara frente a los hechos de algunos, con dos expresiones. Por un lado, dirá “nunca los conocí”; y por el otro, “córranse, apártense obradores de maldad”. Es interesante prestar atención a los argumentos que se esgrimen ante la posibilidad de recibir de parte de Dios semejante declaración. Lo curioso de la parábola es que esto lo plantea para “el final”, para “aquel día”. Así que, forzando un poco el pasaje (pido perdón a mis profesores de hermenéutica), podríamos preguntarnos qué hacemos en el mientras tanto. Respuesta: “Dejen que crezcan juntos (trigo y cizaña), y cuando llegue el tiempo de la cosecha daremos instrucciones a los segadores para que arranquen primero la cizaña y la quemen; y después, que pongan el trigo en el granero” – Mateo 13:30 (NBV)

Parecería ser que, ante la posibilidad concreta de escuchar este diagnóstico de parte del Señor, tengamos la tendencia a mostrar nuestras credenciales, a sacar chapa, a identificarnos, a esgrimir nuestras tarjetas de contactos, etc. En la calle, en el lenguaje cotidiano, se dice: “esquivar el bulto, no hacerse cargo”.

Está más que claro que el Señor siente un gran rechazo por este tipo de actitudes. Hasta podríamos decir, abusando un poco, que ¡no es de hombre hacer esto!

Según mi opinión…, creo que el Señor está hablando fuertemente al liderazgo, a los pastores, a los maestros, a los predicadores de este y de los tiempos que vendrán, sobre el peligro de tomar el Reino de Dios y a sus pequeñitos como un gran terreno baldío en el que podemos plantar todo tipo de “propuestas y menús” personales. En la misma línea, el Apóstol Pablo dice en Efesios 2:10 que “somos creación de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios de antemano ya había planeado”. O sea que fuimos creados en Cristo para hacer, cumplir, concretar la obra de Dios. Es más, dice Pablo que como consecuencia lógica “andamos en ellas”.

Así que, de este modo, la primera gran verdad que plantea Jesús en esta parábola tiene que ver con esa tendencia natural, pecaminosa, del viejo hombre, del yo no doblegado, de cimentar el crecimiento en nuestras “propias obras, ministerios, éxitos” y no en el caminar las buenas obras preparadas de antemano por Dios para nosotros.

La SEGUNDA VERDAD tiene que ver con el alumno, con los que aprenden, los que reciben, los que se someten a la enseñanza de otros

La expresión de Jesús en la parábola es: "Todo el que escucha mi enseñanza y la sigue es sabio, […] Sin embargo, el que oye mi enseñanza y no la obedece es un necio" (Vv.24, 26)

En el Reino de Dios no nos recibimos nunca, siempre seremos alumnos. Dicho de otra manera, y aunque suene muy duro al oído, tenemos que decir con claridad que ser cristiano, ser un hijo de Dios, es “una ardua y trabajosa tarea”. Tal vez no convenga expresarlo de esta forma, pero Jesús no estaba en esos menesteres de licuar el mensaje para conservar el auditorio. Siempre habló con claridad y se adelantó a decir que muchos lo abandonarían, que dejarían el “camino del discípulo” y se volverían atrás. Y cuando esto pasó, no los fue a buscar pidiéndoles perdón por lo que había dicho.

Al Apóstol Pablo le pasó lo mismo: “Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. […] Alejandro el calderero me ha causado muchos males (…) en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras. […] En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon (…)”. El Apóstol Juan batalla con los mismos inconvenientes: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe.”

Entonces, ¿Por qué decimos que ser creyente, ser un hijo de Dios, es una “ardua y trabajosa tarea”? Veámoslo de esta manera. Cuando los hijos se dan cuenta que aprendieron a caminar (que pueden hacerlo solos), y que pueden examinar el mundo por su propia cuenta ya no quieren estar más sobre la falda de sus padres, comienzan a retorcerse para soltarse, bajarse y lograr lo que desean. Quieren independencia. Así que, diría que lo que más cuesta en la relación padre-hijo es la obediencia. En buen criollo sería, “¡hagan caso!”. Y en buena parte del tiempo de crianza esta es la frase más dicha (de un lado) y más escuchada (del otro).

Según mi opinión…, ser un hijo de Dios es una “ardua y trabajosa tarea”. Una cosa es ser salvo y quedarse cómodo toda la vida solamente con la salvación, sin cambios, sin frutos, sin crecimiento. Pero otra cosa muy diferente es experimentar un crecimiento exponencial, sistemático y consistente en Cristo con cambios notables.

La pregunta de siempre es: ¿Qué queremos ser? ¿Qué es lo que queremos hacer? ¿Qué desafío asumiremos? ¿Hasta dónde queremos llegar?

La parábola dice que ambos constructores escucharon el cómo hacerlo, cómo construir, cómo edificar, cómo aprender. La Palabra de vida se les comunicó a los dos, los materiales estuvieron dispuestos para los dos. Pero solamente uno aceptó esa “ardua y trabajosa tarea”, el camino difícil. Solamente uno decidió invertir en tiempo, en materiales y pagar un costo. Solamente uno decidió ajustarse por algún tiempo y renunciar a algunos gustos para poder tener su casa. El otro optó por el camino fácil, rápido, sin mucha inversión. Finalmente, la destrucción llegó a su puerta.

Solemos asociar las lluvias, los vientos, las inundaciones (en este pasaje) a los problemas y pruebas que llegan a nuestra vida en ciertos momentos. Está claro que el propósito de esas pruebas no es ver hasta dónde resistimos físicamente sino, “probar -chekear- nuestra fe” en medio de ellas. Pero lo cierto es que hay momentos en los que aún la misma Palabra de Dios llega como un huracán que envuelve nuestra vida, como una tormenta sobre nuestra familia, como un viento arrasador sobre nuestro trabajo, como un fuego consumidor que ataca nuestro corazón.

Para todos aquellos que construyeron sobre la Roca, sobre Cristo, será alimento para el alma, como agua para su sed. Y pedirán más, ¡querrán más de Él! Pero para todos aquellos que optaron por construir con un evangelio económico, aún la Palabra de Dios expuesta en forma pura será un vendaval que arrasará con lo poco o mucho que pudo construir/edificar según su criterio. Es triste, es muy lamentable encontrarnos con ese tipo de situaciones, de personas que han decidido construir con material barato, material no confiable.

Jesús termina su sermón allí en el monte con la “Parábola de los dos Cimientos” y este claro desafío de construcción. Fue una reunión larga, un mensaje largo, pero nadie se movió.

Termino según mi opinión, pensando que luego de haber escuchado aquel mensaje en el monte, hay dos formas de retirarse de aquella reunión. Dos expresiones simples que son las mismas que seguimos escuchando hoy en día:

  • ¡Qué hermoso mensaje! El predicador/pastor habló “muy lindo” …, deberían invitarlo más seguido.
  • Dios me habló. Tocó y movió mi corazón a hacer cambios. Necesito edificar con otros materiales, no quiero que mi fe envejezca.

Entonces… ¿qué vas a hacer?

Dios te bendiga y buena jornada!

Roberto Raúl Góngora
Pastor - Licenciado en Teología

martes, 28 de julio de 2020

Sarepta: Lo Primero, Primero

Entonces Elías le dijo: —¡No tengas miedo! Sigue adelante y haz exactamente lo que acabas de decir, pero primero cocina un poco de pan para mí. Luego, con lo que te sobre, prepara la comida para ti y tu hijo. 1er Libro de los Reyes 17:13

Hay ciertos relatos de la Biblia que nos parecen tan lejanos, tal vez raros. Como que nos debatimos interiormente entre creerlos o no creerlos (perdón). ¿Será ciencia ficción o realidad? ¿Será verdadera esta historia? Y alguna otra pregunta debe andar dando vueltas, ¿verdad? Cuánto peligro corremos en aproximarnos a la Palabra con estos “anteojos”. Lo leemos, pero obviamente nos cuesta ser parte de esa historia, de ese relato; y de alguna manera está bien porque no es parte de nuestra experiencia o no nos pasó a nosotros. Y la verdad es que cuando no nos pasa a nosotros, no sentimos tanto lo del otro. Cuando disponemos “siempre” de los recursos necesarios para la vida, no logramos comprender qué significa no tenerlos. Cuando “siempre” tuvimos trabajo y un sueldo, no nos damos cuenta lo que significaría no tenerlos. Y así nos pasa en un sinfín de situaciones.

Hoy centraremos nuestra atención en los acontecimientos transcurridos en Sarepta, una ciudad Fenicia situada entre Sidón y Tiro. La historia bíblica nos muestra al profeta Elías dejando el “ya” seco arroyo de Querit y dirigiéndose, por orden divina, a esta ciudad.

Entonces Dios le dijo a Elías: «Ve a Sarepta, pueblo de la región de Sidón, y quédate a vivir ahí. Yo le he ordenado a una viuda que te alimente».

¿A una “viuda” para que lo alimente? La mayorí­a de las veces en que se utiliza este término “almanah” (heb.) en la Escritura, la referencia es a una mujer que, habiendo muerto su esposo, ha quedado en la indigencia. Se incluí­a también a mujeres que estuvieron una vez casadas, pero que ya no lo estaban y enfrentaban dificultades para su sostenimiento. Seguro habría más de una viuda, pero Dios fijó sus ojos solamente en una, en ella y su hijo, en la que estaba juntando leña a la entrada de la ciudad. No sabemos su nombre…, solo que la historia bíblica la llama “la viuda de Sarepta”.

Según mi opinión…, es evidente que hay una progresión en el cuidado de Dios sobre el profeta Elías; y esto es prototipo de SU cuidado sobre nosotros. La misma prueba, el mismo problema, pero con formas diferentes de “sostener” a su profeta en medio de la sequía. Un “arroyo” que luego se seca; “cuervos” que le traen pan y carne por la mañana y por la tarde también; y finalmente una “viuda”, tal vez lo más descuidado de la sociedad de aquel entonces. La verdad es que a la hora de pedir ayuda o necesitar algo; esperamos recibirla de aquellos que más tienen, de los que pueden brindarla. Es decir: de arriba hacia abajo. Si necesitamos dinero, le pedimos al que sabemos que lo tiene. Si necesitamos alimentos, recurrimos a aquellos que pueden ofrecerlo. Si necesitamos trabajo, iríamos a buscarlo donde sabemos que pueden emplearnos.

Nunca esperaríamos recibir ayuda/sostén de aquellos que “según nosotros” no la pueden dar.

Una cosa es lo que ocurre con Israel, con su economía y con los países de la región en medio de la sequía. Otra cosa, es lo que ocurre con Elías en medio de esa situación. Y algo muy distinto también, es lo que experimenta esta viuda que ha decidido usar su última ración de alimentos y luego dejarse morir. Pero hay dos cosas que esta viuda no sabe. Primero, que está frente al hombre “responsable” de haber profetizado este caos; y Segundo, que Dios pensó en ella para que se encargue de sustentar al profeta.

Lo cierto es que tenemos que “aprender a recibir”. La ayuda o el sostén no siempre vendrá de aquellas personas o instituciones que esperamos. Tenemos que reconocer que Dios dispone y prepara lo que EL designa para prueba.

Finalmente, el encuentro entre los dos tiene lugar. Elías le pide agua y pan. Curiosamente en medio de la sequía ella va a buscar agua para ofrecerle; pero “pan” …, no tiene más, en realidad no lo tiene preparado, no lo tiene cocido. Para esto hace falta harina y aceite y según ella lo que tiene es lo último que le queda, es lo del “fondo del tarro”, es solo un puñado. Después de esto, a esperar la lenta llegada de la muerte por inanición junto con su hijo. Si el profeta quiere pan, deberá esperar que lo preparen. Elías accede, y es en ese momento cuando le comparte a esta mujer viuda un “fulminante” mensaje de parte de Dios.

Entonces Elías le dijo: —¡No tengas miedo! Sigue adelante y haz exactamente lo que acabas de decir, pero primero cocina un poco de pan para mí. Luego, con lo que te sobre, prepara la comida para ti y tu hijo. Pues el Señor, Dios de Israel dice: “Siempre habrá harina y aceite de oliva en tus recipientes, ¡hasta que el Señor mande lluvia y vuelvan a crecer los cultivos!”.

Según mi opinión…, parece ser que estas palabras le bastan a ella. Después de todo es un profeta, y aunque aparentemente el dios de la viuda es otro, decide hacer las cosas conforme a la palabra de Elías. Los resultados están a la vista en el relato: “… y ella, su familia y Elías comieron durante muchos días. Siempre había suficiente harina y aceite de oliva en los recipientes, tal como el Señor lo había prometido por medio de Elías.”

Estoy convencido que no siempre, “un puñado” es poco. Puede que un puñado de harina lo sea, pero un puñado de oro es una riqueza tremenda. Definitivamente “los puñados” en las manos de Dios hacen maravillas. Pero solo en las manos de Dios, porque en las nuestras siempre será poco.

Hay veces que solemos usar esta expresión: “Lo primero, primero”. Pero esto va de acuerdo a cada uno. Para algunos lo primero es la familia, para otros el trabajo, para otros la casa, para otros Dios. O sea que “lo primero, primero” es relativo a las decisiones de cada uno. Por lo menos en nuestro relato, lo primero tiene que ver con la obediencia a las indicaciones de Dios. Darle primero a Dios, no significa que vas a quedarte sin nada -precisamente de esto se trata la fe-, pero lamentablemente muchas veces lo hemos pensado así. Es evidente que eso “primero” siempre produce lo necesario para el resto. Elías le pide a la viuda que primero le haga a él, pero esto no significaba que no quedaría nada para esa viuda y para su hijo. Hay veces en las que no compartimos, no damos, no nos desprendemos de algo, porque tenemos miedo a quedarnos sin nada.

Harina y aceite por separado son solamente ingredientes. Pero puestos en marcha y unidos se transforman en sustento divino.

Por otro lado, nos encontramos con una mujer a quien la vida parece no haber tratado muy bien. Un matrimonio interrumpido por la muerte, madre y padre a la fuerza, un hogar destrozado. Definitivamente es una mujer que experimenta la soledad de una sociedad que mira para otro lado.

(abro un paréntesis…  Es que también Elías está cansado y va cargando sobre sí las inclemencias y demandas de un ministerio “agotador”. Unos capítulos más adelante lo veremos sumido en un extraño estado depresivo. El cronista nos dice que tuvo miedo, que huye para salvarse, que ansía morirse, que le pide a Dios que le quite la vida, que lo están buscando para matarlo. ¿Cómo puede ser que en medio de tanto “éxito ministerial” se sienta así? Profetiza y hay sequía, profetiza y hay recursos, profetiza y un niño vuelve a la vida, profetiza y Dios consume el holocausto, profetiza y más de 400 profetas de baal son degollados, profetiza y llega la lluvia. Lo que pasa es que mantenerse en la cresta de la ola cuesta mucho; y más cuando creemos que “editar” nuestra imagen es lo que corresponde hacer. Pero tal vez, nos cueste el ministerio.  …cierro el paréntesis)

Según mi opinión…, hay veces que nos parece no tener jamás un tiempo de bonanza, salimos de una y entramos en otra. La enfermedad de este hijo no significaba descuido de Dios, y hasta aún la muerte de este niño ya está resuelta de antemano. Y ahí está el profeta nuevamente, obedeciendo. Estoy convencido que habrá veces en las que seguramente Dios nos llevará a intervenir en situaciones extremas, finales, terminales o fatales para volver a comunicar esa “vida nueva” que viene de Dios en medio de la enfermedad de otros.

Pero... ¿Qué tiene que ver todo esto con la vida de la iglesia? ¿Habrá que hacer algunos ajustes?

La iglesia de Cristo tiene algo más que un mensaje asistencial en tiempos de necesidad. Dios siempre ha tenido cuidado de su “esposa” a través de los siglos. Ha procurado que ella avance y cumpla la tarea que se le encomendó desde el principio; pero también la ha cuidado en esos oscuros momentos de estancamiento histórico. La historia de la iglesia es muy rica en experiencias de todo tipo. Algunas de ellas, la han debilitado en ocasiones y otras la han fortalecido. Tenemos que preguntamos, ¿Qué dice la experiencia de la viuda de Sarepta con Elías a la iglesia de hoy?

Primero. Dios seguirá mostrando su “creatividad” en la metodología de sostén para con su pueblo. Maná, codornices, agua, pan, cuervos asistentes, aceite que no se acaba, mares que se abren, ríos que dejan de correr, etc. Desde nuestra mirada son “milagros” -hechos que rompen con las leyes de la naturaleza-. Pero desde la mirada de Dios es simplemente sostén de nuestra vida, provisión para nuestras necesidades. Dios no ha sostenido a su iglesia con milagros, la ha sostenido con “provisiones”, con Palabra, con alimento sólido. La vida del creyente, la del hijo de Dios, no se alimenta de milagros (esos son señales del obrar de Dios); sino de TODA PALABRA que sale de la boca de Dios (Mateo 4:4).

Segundo. La iglesia debe aprender definitivamente que “un puñado” nunca es poco en las manos de Dios. Siguiendo el mismo criterio en la alimentación de una multitud de 5000 personas, 5 panes y 2 peces es lo mínimo indispensable que la iglesia siempre tendrá a disposición. Y no es poco…, en las manos de Dios es riqueza. Creo que tal vez, la iglesia debe aprender a administrar los “puñados” que Dios ha puesto en sus manos. Debemos preguntarnos ¿qué significa darle lo primero a Dios? ¿y lo segundo? ¿y lo tercero? La iglesia debe aceptar que nada de lo que tiene es suyo.  Ni sus templos, ni sus terrenos, ni sus dones… TODO es de Dios y es necesario volver a recordarlo. Las iglesias no son de los pastores, ni de los ministerios. Las iglesias “son el Cuerpo de Cristo”.

Tercero. La iglesia siempre navegará en "aguas turbulentas". Está diseñada para eso. Aún los tiempos de bonanza, son tiempos de preparación; aun cuando gana almas para Cristo, lo hace en medio de una dura batalla, tremenda y cansadora. Así como el profeta se presenta delante de Acab con temor, como cuando profetiza uno de los momentos más tristes del pueblo, como cuando se refugia en el arroyo, como cuando entra a Sarepta, como cuando profetiza que la lluvia está por llegar… Del mismo modo la iglesia de Cristo navega en este mundo turbulento.

Termino según mi opinión…, reconociendo la iglesia de Cristo jamás tendrá otra función, otra tarea, sino la del anuncio del Reino de Dios y su justicia (Marcos 1:15). Y en este anuncio está incluido TODO. La iglesia no se anuncia a sí misma, no se promociona a sí misma; solo anuncia el Reino de Dios y todos los que se arrepienten y creen en esas “buenas noticias” tienen lugar en el Cuerpo de Cristo.


Dios te bendiga y buena jornada!

Roberto Raúl Góngora
Pastor - Licenciado en Teología


martes, 30 de junio de 2020

Las Aulas de Dios

Haciendo un esfuerzo muy grande, seguro podríamos recordar a nuestros maestros y a nuestros profesores que nos enseñaron y guiaron por el doloroso camino del “aprendizaje.” Algunos de ellos eran realmente buenos, algunos brillantes y otros tal vez no tanto; eran distintos, pero nunca malos.

En mi caso puedo recordar a mis compañeros de banco, a “Don Beto” el kiosquero, a “Catalina” la magnífica portera. El día en el que por primera vez me pidieron izar la bandera -un sueño hecho realidad, jaja-. Puedo acordarme de las directoras, esos personajes implacables que salían de sus oficinas solo si las “papas quemaban”. Del mismo modo podríamos acordarnos de los edificios. Algunos viejos, otros nuevos, otros en “eterna reparación”. Podríamos acordamos de los patios… esas enormes “hectáreas” donde disfrutábamos el tiempo de recreo. Y cuando ya fuimos grandes, resultaron ser sencillamente “patios” de juego y de esperadas oportunidades de renovar el aire ya viciado de las aulas. Aulas…

Esta es nuestra palabra para hoy… “Aulas”

Las aulas eran (y son) esos lugares en donde pasábamos las mejores y también las peores horas de nuestra vida. Teníamos días de gloria y días de llanto. A veces esas aulas parecían ser como lugares de padecimiento, pero también de crecimiento. Durante todo un año ese era el lugar en donde éramos forjados por nuestros maestros, pura fragua, yunque y martillo. Y cerca de fin de año mirábamos de reojo aquella otra aula anhelando estar en ella porque era más grande o tenía mejor vista.

Definitivamente el año era duro, pero sin lugar a dudas, avanzábamos. Pensábamos que no llegábamos, que nos quedábamos en el camino, pero al final veíamos la recompensa. Con luchas, esfuerzo y dedicación, pero avanzábamos. La Escuela de Dios es una sola y también tiene aulas.


GILGAL, un campamento

Luego el Señor le dijo a Josué: «Hoy he hecho que la vergüenza de su esclavitud en Egipto salga rodando como una piedra». Por eso, ese lugar se llama Gilgal hasta el día de hoy. Josué 5:9,10

Por lo general, los campamentos en el desierto fueron para Israel esos lugares en donde finalizaba una etapa y se preparaban para comenzar otra nueva. Era lugar de instrucciones y de nuevas estrategias. Este campamento en Gilgal tiene características diferentes. Es la base de operaciones para la toma y conquista de la tierra prometida. Aquí está acampada una generación de soldados nuevos y con ganas de protagonismo. Es el campamento de la esperanza “nueva”.

Creo que Gilgal es como un “aula magna” para todos aquellos que van a ingresar a un tiempo nuevo de conquista y de puesta en marcha de la fe. Gilgal es “comenzar de nuevo”. Los vv 8 y 9 muestran dos elementos básicos de este campamento: Sanidad y Restauración.

Gilgal fue ese lugar en donde este nuevo pueblo necesitaba sanarse de su pasado. Así como Nahamán necesitó un Jordán, Moisés una zarza ardiente, David un Natán, Saulo un camino a Damasco, nosotros también necesitamos un “Gilgal” para sanarnos y restaurarnos de nuestros males y aquellas enfermedades que nos han impedido avanzar en esta carrera.


QUERIT, un arroyo

... dirígete al oriente y escóndete junto al arroyo de Querit, que está al frente del Jordán. Y sucederá que beberás del arroyo, y yo he mandado a los cuervos que te sustenten allí.  1° Reyes 17:3,4

Estar a orillas de los arroyos y de los ríos es agradable. Son esos momentos en donde se disfruta de la naturaleza a pleno y aprovechamos para relajarnos. Pero para Elías fue todo lo contrario. Fue el lugar en donde experimentó que “los profetas” también tienen que aprender, también sufren, no lo saben todo, no tienen manejo de las situaciones, sino que Dios hace con ellos como quiere. Los levanta, los baja, los corre, los esconde.

Querit fue un lugar de sustento para el profeta, atendido directamente por los cuervos. ¿Qué curioso verdad? Aves asociadas siempre a la carroña, a lo impuro… En fin, Dios hace como quiere.

Los arroyos de Querit son aquellos lugares en donde Dios nos pide hacer un “retiro”. No solo un retiro espiritual sino un retiro de nuestras tareas. Es interesante notar que Elías sufrió la misma sequía que profetizó, pero llegó el momento en donde Dios respondió de manera inesperada. ¡Dios es más que creativo! Es soberano sobre los métodos. En las aulas de Dios “todos” somos alumnos.

Según mi opinión…, a partir de la lectura de la Palabra de Dios, encontraremos otras “aulas” de la Escuela de Dios. Hoy nos quedamos con estas dos: un campamento y un arroyo. Gilgal representa para nosotros sanidad y restauración de nuestro pasado, de nuestras enfermedades. Querit representa esos lugares de retiro especial en donde el Señor ha decidido sustentarnos de una manera especial e incomprensible. No lo podemos evitar, en la Escuela de Dios, Gilgal y Querit son dos aulas por las que tenemos que pasar inevitablemente en nuestro camino de crecimiento espiritual.

A Elías le tocó ser profeta durante el reinado de Ahab, Rey de Israel por 22 años. Cometió más pecados que todos los reyes anteriores, se casó con mujeres de otros pueblos paganos y terminó adorando a Baal. En medio de este panorama, Dios levanta a Elías con un mensaje muy claro para Ahab: “Tan cierto como que el Señor vive, el Dios de Israel —a quien sirvo—, no habrá rocío ni lluvia durante los próximos años, ¡hasta que yo dé la orden!”

Es interesante notar que el pasaje no nos indica cuáles fueron las consecuencias que el pueblo sufrió como resultado de esta sequía -aunque no sería muy difícil imaginarlas-, pero sí nos habla de las enseñanzas del profeta Elías.

Después el Señor le dijo a Elías: «Vete al oriente y escóndete junto al arroyo de Querit, cerca de su desembocadura en el río Jordán. Bebe del arroyo y come lo que te den los cuervos, porque yo les he ordenado que te lleven comida». […] Sin embargo, poco después, el arroyo se secó porque no había llovido en ninguna parte del reino. 1 Reyes 17:2-7

Siempre que nos toca pasar por pruebas difíciles, la mayor pregunta que nos hacemos es: ¿Cómo vamos a sostenernos en medio de ellas? La falta de trabajo, una deuda grande, una intervención inesperada, etc.

Hay momentos en los que Dios exige de nuestra vida un acto de fe concreto. Elías también iba a sufrir las consecuencias de este fenómeno.

Según mi opinión…, no estamos lejos de esta realidad. Nuestro país/sociedad sufre dos grandes y terribles sequías en su vida. Por un lado, la sequía Espiritual; se ven vidas secas, huesos secos, corazones secos, espíritus secos (como los de Ezequiel 37). El creyente que entró a esta “cuarentena pandémica” flojito de Biblia y cimiento espiritual está haciendo agua, no puede interpretar lo que sucede, todo lo que hace es repetir frases que recoge por allí y pasa el tiempo de “virtualidad en virtualidad” cultica esperando que algún predicador, pastor, profeta, interprete o le indique lo que tiene que hacer o lo que está pasando. No quiero menospreciar, solo es descriptivo, pero me da mucha tristeza. Y por el otro lado, la sequía Terrenal; se ve la sequedad de un país que produce solamente para algunos, ríos secos, animales muertos. Lo que antes tenía vida y producía sustento, ahora ya no da nada. Un hermoso país que sigue sufriendo y padeciendo la falta de decisiones que beneficien/bendigan a todos por igual. Y sigo preguntándome por nuestra responsabilidad en todo esto. ¿Será que habremos dejado de ser sal de la tierra y luz del mundo? Tal vez ya no salamos ni alumbramos como antes.

Pastores, siervos, misioneros… estoy convencido que, al regreso de toda esta “sequía” nos espera una tremenda tarea pastoral de enseñanza y discipulado fuerte. Necesitamos replantearnos este aspecto.

Cuando nuestras vidas entran en un tiempo de sequía espiritual y dejamos de buscar a Dios como antes desviando nuestra mirada hacia otras cosas, todo lo que tenemos ya no nos satisface.

El campamento de Gilgal y el arroyo de Querit representan aquellas aulas en donde somos enseñados por Dios.

Termino “según mi opinión,” reconociendo que Dios ya ha provisto para nosotros SOSTÉN. La presencia de los cuervos y de los buitres indican que hay algo muerto o a punto de serlo. Es que son aves de carroña. Paradójicamente, tal como lo hizo con Elías, Dios les ha ordenado que te alimenten, que te sustenten.

¡Dios te bendiga y buena jornada!


Roberto R. Góngora
Pastor - Licenciado en Teología


viernes, 12 de junio de 2020

Un Desayuno Fatal...

Poco tiempo después, Jesús se apareció a los discípulos a la orilla del lago de Tiberias. Esto fue lo que sucedió: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás el Gemelo, Natanael, que era del pueblo de Caná de Galilea, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, y otros dos discípulos de Jesús. Pedro les dijo: —Voy a pescar. —Nosotros vamos contigo —dijeron ellos. Todos subieron a una barca y se fueron a pescar. Pero esa noche no pudieron pescar nada.  Juan 21: 1-3 (TLS)

 

A menos que nos animemos a otra cosa, la verdad es que siempre hacemos lo que sabemos hacer. Nos cuesta salirnos de lo de siempre porque nos hemos ajustado, amoldado a nosotros mismos. No solo el trabajo es rutinario, por decirlo de alguna manera, sino también la vida de todos los días. Hay momentos en los que nos encasillamos en lo mismo de siempre y nos cuesta salir de allí. ¡Mucho más en estos tiempos!

 La rutina no es mala en sí misma. Nos ordena, nos obliga, nos sujeta a ciertos patrones que debemos seguir. ¿La pregunta es si nos animamos a salir de ella para producir otra cosa? ¿Nos conviene dar un paso para romper la inercia? Por qué cambiar, si siempre lo hicimos así. Este pasaje nos relata la “pintoresca experiencia” de este grupo de discípulos que lo único que pueden decir es: “no pescamos nada en toda la noche.”


¿Por qué no obtenemos resultados si ponemos en marcha todo el andamiaje de siempre, todo lo necesario y hacemos lo que hay que hacer? ¡Es una gran pregunta! ¿Te pasó alguna vez esto?

“Según mi opinión…,” Jesús se presenta, pero es uno más del “montón”. Nadie se da cuenta que es ÉL. Es como cualquier otro curioso que se acerca para ver si se puede conseguir algo (como sucede en el puerto al regreso de los pescadores). Evidentemente el “mal humor” que reina, se hace sentir y se expresa con claridad. Pero Jesús hace la pregunta del millón, la pregunta que descoloca, que te saca de las casillas; es la pregunta que colma el vaso.

Amigos (hijitos)…, ¿tienen algo de comer? Si damos vuelta la pregunta, sería: ¿pescaron algo? La respuesta es corta, simple, definitoria: NO. Tan contundente como cuando respondemos “mal” sin mirar a nuestro interlocutor. ¡Es raro! Jesús está haciendo una pregunta a personas que conoce; pero ellos parecen responder a un desconocido. No hay caso, por más que los llama “hijitos”, no se dan cuenta de quién es el que está de pie en la orilla.

Pero ese “desconocido” les propone hacer un intento diferente:  —Echen la red por el lado derecho de la barca, y pescarán algo (v.6). Ahora, pregunto en voz alta: ¿Cuál es la diferencia en tirar la red hacia la derecha o hacia la izquierda? ¿Será que toda la noche estuvieron tirando por el lado equivocado? ¡Ellos eran los que conocían el oficio! ¿Acaso no sería un atrevimiento decirles a estos profesionales de la pesca lo que tienen que hacer?


A veces somos así… Que nadie se atreva a decirnos nada, los que saben de esto somos nosotros. Somos los profesionales de la vida y ¡la tenemos clara!

“Ellos lo hicieron…” El relato nos cuenta que los discípulos no conocieron a Jesús, no se dieron cuenta que era él. ¿Por qué le hicieron caso a una persona que no conocían? ¿Por qué siguieron el consejo de un neófito? Tal vez la frustración de no haber pescado nada, o como último recurso, o por la ley del menor esfuerzo, etc.

“…y no podían sacar la red por la gran cantidad de peces que contenía.” Vemos que la obediencia trae recompensa, trae bendición. Lo que está claro aquí, por lo menos para mí, es que este es el milagro de la obediencia. Cuando obedecemos al Señor comenzamos a recibir las añadiduras prometidas. Está claro que para Jesús esto no es sorpresa, pero los milagros rompen las leyes de la naturaleza: un mar abierto, un rio detenido, una lepra curada, un muerto resucitado, un ciego que ve, un paralítico que camina, una tormenta que se calma, etc.

“Según mi opinión…,” creo firmemente que Jesús necesita “intervenir” definitivamente la naturaleza profesional de sus discípulos y no creerse los “sabelotodos” del momento. Nuestra naturaleza nunca dejará de ser pecaminosa. Podrá ser natural que obremos así, pero Jesús también necesita intervenir nuestra vida para que cuando digamos “cambié, soy otro” sea realmente en serio. Nuestra sabiduría espiritual profesional nos arruina, nos aleja del proyecto divino y nos deja con las redes vacías.


¿Por qué esperar un resultado distinto, diferente si hacemos siempre lo mismo? ¿Tiene sentido esto?

Entonces el discípulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”. ¡Por fin! Alguien tenía que darse cuenta. Algunos creen directamente, sin intermediarios, y otros creen por las afirmaciones o la palabra de otros. Juan grita: “Es el Señor”. Pero el que se apresura a ir a su encuentro es Pedro, sin darse cuenta que ese encuentro sería totalmente transformador, determinante, traumático en la vida de este hombre. Ahora, ya nadie tenía dudas… “Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: «¿Quién eres?». Todos sabían que era el Señor.”

 

Jesús y Pedro, frente a frente

Los versículos que siguen nos entregan un encuentro aparte. Después de aquel desayuno, Jesús se acerca a Pedro y le dice que necesita hablar algunas cosas a solas. El diálogo será “espiritualmente asfixiante” y Pedro no tendrá escapatoria. Alguno de nosotros prestaría atención a las 3 veces que Jesús le pregunta a Pedro si lo ama. Y si le hubiese preguntado una sola vez o seis veces, ¿no sería lo mismo?

“Según mi opinión…,” lo que debemos tener en claro es que, en este encuentro personal de Jesús con Pedro, lo meduloso no está en la cantidad de veces que le pregunta lo mismo, sino en la profundidad de la pregunta: “¿Me amás?” Esta también es una pregunta determinante para hoy, para nosotros. Del mismo modo lo fue para Pedro y para todos aquellos que decidieron seguir a Jesús.

Quiero preguntarte lo siguiente: ¿Amás al Señor? Es tan fácil decir que sí, obvio, claro, por supuesto, te re amo, sin vos no soy nada, sos todo para mí. Pero necesitamos pensarlo bien antes de responder y mirarnos al espejo primero. Si fuese necesario, necesitamos retirarnos a algún Aposento Alto antes de responder. Nada es obvio en las cosas del Señor. Pedro responde, “Señor tú sabes…, Señor vos sabés todo…, No te puedo ocultar nada…” Pero Jesús no espera nuestras obviedades; quiere una respuesta, o No.

El final de este encuentro (v.19) expresa la invitación del Señor a Pedro a “SEGUIRLE” en una aventura que le costará la vida en todo sentido. Seguir a alguien no siempre es sencillo. Algunos caminan más rápido que otros; otros manejan más rápido y es difícil ir detrás de ellos; otros se apuran para llegar antes, en fin… no es fácil seguir a otros. Sin embargo, ¡Jesús nos invita a seguirle!


No se puede ser lo que Dios anhela de nosotros, a menos que muramos ante Él y le sigamos.

La propuesta de Jesús a Pedro es diferente. Tiene que ver con dejar de ser lo que fue hasta ahora para comenzar a ser alguien completamente distinto, alguien diferente, un protagonista. Entre nosotros diríamos que a Pedro “se le vino la noche”: Apacienta, Pastorea, Sígueme. Esto marca nuestra vida definitivamente porque se trata de una actitud de vida, de algo diario. Para ser protagonista hay que actuar, involucrarse, ser parte de los hechos, tomar decisiones concretas para un cambio. De una vez por todas, hay que decir BASTA.

Termino “según mi opinión”, viendo cómo Jesús le pide a Pedro que se involucre en SU proyecto pastoral. Le pide que cambie, que inicie definitivamente ese camino transformador hacia la llegada del Espíritu Santo. De la misma manera nos invitó a nosotros a SU proyecto pastoral, no al nuestro. Repito: es SU proyecto, son SUS ovejas y SUS corderos.

Te pregunto: ¿Amás a Dios? Pensalo bien... No te apresures a contestar.

 

¡Dios te bendiga y buena jornada!

 

Roberto R. Góngora
Pastor – Licenciado en Teología

sábado, 30 de mayo de 2020

Pentecostés: Final y Principio


"De repente, se oyó un ruido desde el cielo parecido al estruendo de un viento fuerte e impetuoso que llenó la casa donde estaban sentados. Luego, algo parecido a unas llamas o lenguas de fuego aparecieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Y todos los presentes fueron llenos del Espíritu Santo…"
Hechos 2:2-4a – NTV

31 de Mayo de 2020..., Domingo de Pentecostés. Pero como no es una fecha que acostumbramos celebrar, pasa de largo. Pentecostés era la Fiesta de la Cosecha; también conocida como la Fiesta de las Semanas o el Día de los Primeros Frutos. Se celebraba cincuenta días después de Pascua (Pesaj), recordando la salida de Egipto del pueblo de Israel.
Pero esta vez pasó otra cosa. La llegada del Espíritu Santo en Pentecostés marca el principio de algo inesperado, aunque prometido por el Señor en el Evangelio de Juan, “pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho”. Aunque, a decir verdad, un tanto borroneado por las dudas reinantes en el Aposento Alto.
Se podría decir que el escenario era el adecuado para el “turismo” (fin de semana largo). Peregrinos de todas partes decían presente en aquella fiesta: partos, medos, elamitas, gente de Judea, Capadocia, Ponto, Asia, de Frigia, Panfilia, Egipto, Libia, Cirene, visitantes de Roma, cretenses y árabes.
“Según mi opinión…” la llegada del Espíritu Santo también marca el final de lo “acostumbrado”, de la rutina litúrgica.
A partir de ahora, las cosas serían diferentes para los discípulos, para Jerusalén y para el Imperio.
En aquella celebración había muchos que esperaban lo de siempre, la rutina. Esperaban el momento de encontrarse con otros conocidos de peregrinaje. Pero también había otros -un grupo- que esperaban otra cosa, con muchas preguntas y temores, pero esperaban otra cosa. Esperaban lo que se les había prometido, algo que no habían experimentado hasta ahora.
Las instrucciones del Señor habían sido precisas: No se vayan de Jerusalén hasta que el Padre les envíe el regalo que les prometió… Tal vez algunos pensaban que ya tenían todo lo necesario para actuar, para desarrollar la misión; pero NO. Creían que ya tenían todas las credenciales para salir, para trabajar, para anunciar y comportarse como testigos “autorizados” de Jesús. Pero la verdad, es que todavía les faltaba algo.
Cuando algo falta, no anda, no funciona. Si falta combustible… ¡no anda! Si falta una persona en el equipo, no se puede jugar. Pablo no tuvo fuerzas para predicar en Troas porque Tito no había llegado y no sabía qué le había pasado. Podremos insistir con lo que tenemos, con lo que hemos guardado o ahorrado; pero tenemos que reconocer que “algo nos está faltando”.
“Según mi opinión…” la última fiesta de pentecostés que se celebró en las condiciones de siempre fue aquella, la que se celebró luego de la resurrección de Jesús. Hechos 2 marca el final de lo de siempre, de lo acostumbrado; para dar lugar a lo otro, lo nuevo. De ninguna manera es la llegada de un combustible, ni de una nube, ni de una paloma, ni de una energía que carga dominicalmente tus pilas.
Se trata de la llegada de un EJECUTOR. Alguien que hará de tu vida algo irresistible, que transformará tu corazón, tu boca, tus pensamientos, tu vocabulario, tus intenciones, todo tu interior. Tal vez suceda lo mismo con la iglesia de Cristo (no hablo del Cuerpo de Cristo), es tiempo que le dé lugar al “Ejecutor”.
En términos generales, la iglesia ha avanzado a través de la historia por la gracia de Dios, sumando sus estrategias, sus capacidades, sus recursos; pero tal vez, muy poco de eso haya sido aprobado y ejecutado por el Espíritu Santo. El investigador Sebastian Fath[1] estima que el número de evangélicos a principios de 2020 es de 660 millones. Según las estimaciones, en Argentina hay 5 millones. Haciendo cuentas simples, sobre 44 millones de habitantes, casi un 12% de los argentinos son evangélicos.
Me pregunto: ¿No es suficiente para provocar un cambio socio-espiritual en el país?
“Según mi opinión…” los mismos temores de aquellos refugiados en el Aposento Alto, también son nuestros temores. Entonces no se trata de cuánto conocemos a Cristo, sino ¿Cuánto logro Cristo de cada uno de nosotros? ¿Cuánto hemos dejado que el Espíritu Santo llene nuestras vidas?
Con mucho respeto, pero totalmente convencido de ellos, quisiera compartir cinco (5) principios fundamentales para vivir la llenura del Espíritu Santo:
1. No lo MANEJAMOS nosotros
No le podemos ordenar nada. Vivir lleno del Espíritu Santo no significa que ahora tenemos libertad de hacer lo que queramos. Necesitamos tener en claro que el ser llenos del Espíritu Santo jamás va a otorgarnos autonomía -una especie de “licencia de conducir”-. A veces escuchamos declaraciones que rozan peligrosamente esta línea: “yo declaro, garantizo, hoy va a pasar…”. La única garantía para no deslizarnos hacia la banquina espiritual, es vivir en total dependencia del Señorío de Cristo.
2. Aceptar que es VIOLENTO, irrumpe
Es todo o nada, no negocia. Porque se instala a partir de una actitud de reconocimiento personal, es entender que no podemos manejarnos solos. Como decía en el punto anterior, jamás tendremos autonomía espiritual.
3. Es el comienzo de un LENGUAJE NUEVO
Comenzaron a hablar en otros idiomas, conforme el Espíritu Santo les daba esa capacidad (v4); ¡y aun así las oímos hablar en nuestra lengua materna! (v.8)”. Ya no hablamos otro idioma sino el de la intimidad con Dios. El punto aquí es que el otro recibe en su corazón el mensaje de la Palabra de Dios en un idioma que conoce. Creo que hay momentos en los que los demás “no entienden” lo que hablamos, solo nosotros. Si vivimos en la llenura del Espíritu Santo, nuestro “idioma” es distinto. Y ese idioma lo habla aquel que pasa tiempo en la intimidad con Dios.
4. Es un estruendo que CONFUNDE
Pero no nos deja sumidos o knock-out en medio de la confusión. No es una confusión incomprensible sino aclaratoria del mover de Dios. Y cuando Él tiene libertad de acomodar las cosas de nuestra vida, se genera como una “santa confusión”. Nos damos cuenta de lo que era “nuestro” y lo que ahora viene de Dios.
5. Muestra los HECHOS DE DIOS
“¡Oímos a esta gente hablar en nuestro propio idioma acerca de las cosas maravillosas que Dios ha hecho!” (v.11). Nunca…, jamás una persona llena del Espíritu Santo va a mostrar otra cosa, otro mensaje, sino el de Dios y sus grandes hechos. Jamás se verá nuestra capacidad. Las señales y los milagros siempre muestran a Dios, a Cristo, la Cruz.

Termino “según mi opinión” reconociendo que la llegada del Espíritu Santo al Aposento Alto provocó en medio del pueblo todo tipo de expresiones. Maravilla, perplejidad y hasta burla...
“Quedaron allí, maravillados y perplejos. «¿Qué querrá decir esto?», se preguntaban unos a otros. Pero otros entre la multitud se burlaban de ellos diciendo: «Solo están borrachos, eso es todo»”.
Pero no importa… son “gajes del oficio”.

¡Dios te bendiga y buena jornada!


Lic. Roberto R. Góngora
Pastor – Licenciado en Teología


sábado, 23 de mayo de 2020

Semana de un Mayo revolucionado


Hablamos de algo “revolucionario” cuando un suceso causa un efecto muy grande en una sociedad, un grupo. Generalmente son movimientos a partir de los cuales los protagonistas ya no vuelven a ser los mismos. Hay descubrimientos que son una revolución: una vacuna en la medicina, una ley en la física, un nuevo concepto en la antropología, un pensamiento en la filosofía, una táctica en el deporte, una teoría en la economía, una nueva pedagogía en la enseñanza, y vaya a saber uno cuántas más revoluciones.

Algunas revoluciones causan mucho dolor, dividen, separan. ¿Por qué? Porque una revolución te saca del orden establecido, te sacude, rompe la inercia, te saca del letargo. Hay revoluciones que llevan a los pueblos al caos o te llevan después de un largo camino a la libertad, a la búsqueda de algo que está “gestándose” en el corazón. Y llega el momento en el que inevitablemente tiene que nacer. ¡Como la vida! Se gestó y produjo una revolución en la familia. Todo se trastornó.

En la “semana de mayo” recordamos aquel momento en el que el deseo de un grupo de corazones revolucionados se transformó en antorchas humanas que, tal vez sin saberlo cabalmente, engendraban el nacimiento de una nación, de un país con todas las letras; pero no sin una cuota importante de sufrimiento.

Es que es así..., toda revolución es sufrimiento. El sufrimiento es inherente al ser humano y la verdad es que no nos gusta sufrir.

Se sufre cuando se crece, se sufre en el estudio, se sufre al nacer, se sufre frente a la necesidad de los demás y las propias también, pero el sufrimiento en sí mismo no es malo. Tal vez debamos aprender a interpretarlo. Cuando era niño y caía en cama, "Doña Isabel" (mi mamá) decía que “estaba pegando un estirón”. Fiebre, dolores, sufrimiento; y la conclusión era: son los dolores del crecimiento. Por eso, todo camino nuevo que se inicia tiene un condimento extra de sufrimiento, y muchas veces no estamos dispuestos a soportarlo.

Se dice que las últimas palabras de Don Manuel Belgrano fueron: "¡Ay, Patria mía!”. Déjenme pensar en cada una de estas palabras. ¡Ay!, una expresión de dolor, de sufrimiento; Patria, su sueño, su proyecto, su revolución; Mía, una hermosa expresión de pertenencia, ¡y lo que es de uno, duele!

Ahora me pregunto: ¿No habremos perdido nosotros, ciudadanos de este siglo, esa calidad que caracterizó a aquellos hombres? Creo que ellos pensaron en un proyecto no tanto para ellos, sino para las generaciones que vinieran luego. Sabían que no iban a ver totalmente realizado ese sueño, pero de todas maneras lo soñaron. Este es el siglo de lo “instantáneo”. Pero una nación, un pueblo, una familia, una carrera, una profesión, una obra, una casa, un libro, un nombre… ¿Quién dice que esto se logra instantáneamente? ¡No es así, de ninguna manera! Hay que soñar, engendrar en amor, gestar, y finalmente “parirlo”. Si hay un sueño, un proyecto, amor… inevitablemente va a nacer después de un "hermoso" tiempo de sufrimiento.

¿Será que hemos perdido estas cualidades, o estas calidades? Hemos dejado de soñar, de proyectar, de gestar y de engendrar en “conjunto”. Seguro que lo hacemos, pero en forma independiente, lo hago para mí. Vivimos en edificios, pero nos desconocemos; el del 5°A no conoce al del 4°B, es más… tal vez no le interesa conocerlo. La idea del prójimo bíblico parece estar desvaneciéndose; sin embargo, fuimos creados para vivir en comunión uno con el otro. "¡Ay, Patria mía!"

Hace 210 años, un grupo de personas, un pueblo, dijo: ¡BASTA! Y de esta manera comenzaba un movimiento que los llevaría a la libertad, pagando el precio de ser los primeros, el precio de ser protagonistas de esa etapa de la historia. Esa revolución de Mayo de 1810, mostraría su primer resultado seis años más tarde, cuando en Julio de 1816 se firmaba el Acta de Declaración de la Independencia. A partir de allí la historia de nuestra joven nación ha ido agregando a sus páginas ribetes de distinto color y textura. Todas muy distintas pero nacidas -mal que mal- de aquella semana convulsionada. La historia nos enseña que nuestros antepasados decidieron independizarse del poder español. Creyeron que ya era tiempo, que no querían seguir siendo gobernados sino independizarse, querían “gobernarse a sí mismos” -vaya desafío-; naciendo de esta manera el Primer Gobierno Patrio con nombre y apellido: Cornelio Saavedra, Mariano Moreno, Juan José Paso, Juan José Castelli, Domingo Matheu, Manuel Alberti, Juan Larrea, Miguel de Azcuénaga, Manuel Belgrano. Ellos pagaron el precio de ser los primeros. Luego les siguieron otros con la misma tenacidad, la misma fuerza, los mismos anhelos, los mismos sueños.

Pero después llegaron “otros”. Y luego vendrán “otros más”, con anhelos distintos, sueños diferentes y con una fuerza distinta. En fin, ellos también escriben sus propias historias en las páginas de la historia argentina. "¡Ay, Patria mía!"

Somos una nación muy joven, apenas los primeros 210 años de historia. De todas maneras, no es poco, es algo, pero no es mucho. ¿Cómo se ve un país con 210 años de historia? De alguna manera declararnos independientes implica depender de nosotros mismos para que aquella revolución esté justificada. ¿No habremos perdido también nosotros este sentido de pertenencia mirando nuestro propio ombligo? “Ay, Patria mía”.

Por último, el dicho popular dice “no hay mal que por bien no venga”; pero la Biblia dice “todo ayuda para bien si amamos a Dios”. Y esto también es una revolución. El dicho popular es catastrófico; sin embargo, la propuesta bíblica es revolucionaria, nos enseña a mirar las cosas con un PROPÓSITO. La revolución de mayo tuvo un propósito que con los años dio a luz la independencia.

La revolución de Cristo también tuvo un propósito pero no de independencia, sino “salvífico”.

Del mismo modo espero y deseo que todas tus revoluciones, todo lo que suceda a tu alrededor, todo lo que suceda en tu propia vida sea mirado con un propósito.

Sí claro… se sufre, duele, pero hay un propósito.


Lic. Roberto Góngora
Pastor - Licenciado en Teología